En 1872, por orden del presidente de Ecuador, fue fusilada Manuela León.
En su sentencia, el presidente llamó Manuel a Manuela, para no dejar constancia de que un caballero como él estaba enviando al paredón a una mujer, aunque fuera una india bruta.
Manuela había alborotado tierras y pueblos y había alzado a la indiada contra el pago de tributos y el trabajo servil. Y por si todo eso fuera poco, había cometido la insolencia de desafiar a duelo al teniente Vallejo, oficial del gobierno, ante los ojos atónitos de los soldados, y a campo abierto la espada de él había sido humillada por la lanza de ella.
Cuando le llegó este último día, Manuela enfrentó al pelotón de fusilamiento sin venda en los ojos. Y preguntada si tenía algo que decir, contestó, en su lengua:
—Manapi.
Nada.
Eduardo Galeano
No hay comentarios.:
Publicar un comentario