Que en paz descanse, dicen los vivos, pero en México los muertos trabajan día y noche desde hace miles de años.
Como las hojas del árbol, que al caer fecundan el suelo, los muertos generan manantiales y florestas, desde el fondo de la tierra, y desde el fondo del cielo arrojan las lluvias y desatan los vientos.
Y como si todo este trajín fuera cosa de nada, después, en horario nocturno, son los muertos quienes se ocupan de recoger el sol, en cada crepúsculo, y a lo largo de la oscura región de las profundidades, llevan el sol a cuestas, de un horizonte al otro, hacia la orilla oriental del cielo.
EDUARDO GALEANO
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