9.3.16

El cine.

GERALDINE ESTABA EMPEZANDO a trabajar en una película, en una aldea perdida en las montañas de Turquía. 
La primera tarde, salió a caminar.
 No había nadie, casi nadie, en las calles.
 Pocos hombres, mujer ninguna.
 Pero a la vuelta de una esquina se topó, de sopetón, con un enjambre de muchachos. 
Geraldine miró a los costados, miró hacia atrás: estaba cercada, no tenía escapatoria.
 La garganta se negó a gritar.
 Sin palabras, ofreció lo que tenía: el reloj, el dinero. 
Con gestos, los muchachos le dijeron que no, que no era eso. 
Y hablando en algo más o menos parecido al inglés, le preguntaron si de veras ella era la hija de Chaplin. 
Geraldine, atónita, asintió. 
Y recién entonces advirtió que los muchachos se habían pintado bigotitos de carbón. 
Y empezó la función. 
Y todos fueron él.

Eduardo Galeano

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