En todo caso, tampoco está probado que no la perjudiquen.
Y si tan inofensivos son, ¿por qué los fabricantes de soja transgénica se niegan a aclarar, en los envases, que venden lo que venden?
¿O acaso la etiqueta de soja transgénica no sería la mejor publicidad?
Y sí que hay evidencias de que estas invenciones del doctor Frankenstein dañan la salud del suelo y reducen la soberanía nacional.
¿Exportamos soja o exportamos suelo?
¿Y acaso no quedamos atrapados en las jaulas de Monsanto y otras grandes empresas de cuyas semillas, herbicidas y pesticidas pasamos a depender?
Tierras que producían de todo para el mercado local, ahora se consagran a un solo producto para la demanda extranjera.
Me desarrollo hacia fuera, y del adentro me olvido.
El monocultivo es una prisión, siempre lo fue, y ahora, con los transgénicos, mucho más.
La diversidad, en cambio, libera.
La independencia se reduce al himno y a la bandera si no se asienta en la soberanía alimentaria.
La autodeterminación empieza por la boca.
Sólo la diversidad productiva puede defendernos de los súbitos derrumbamientos de precios que son costumbre, mortífera , del mercado mundial.
Las inmensas extensiones destinadas a la soja transgénica están arrasando los bosques nativos y expulsando a los campesinos pobres.
Pocos brazos ocupan estas explotaciones altamente mecanizadas, que en cambio exterminan los plantíos pequeños y las huertas familiares con los venenos que fumigan.
Se multiplica el éxodo rural a las grandes ciudades, donde se supone que los expulsados van a consumir, si los acompaña la suerte, lo que antes producían.
Es la agraria reforma: la reforma agraria al revés.
EDUARDO GALEANO
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