"Yo tuve la suerte de vivir en Buenos Aires, en los años setenta.
Llegué corrido por la dictadura militar uruguaya,
y me fui corrido por la dictadura militar argentina.
No me fui: me fueron.
Pero en esos años comprobé, una vez más, que aquella prehistórica lección de sentido común
no había sido olvidada del todo.
La energía solidaria crecía y crece al vaivén de las olas que nos llevan y nos traen,
argentinos que vienen y van, uruguayos que vamos y venimos.
Y en el tiempo de las dictaduras, supimos compartir la comida y supimos defendernos juntos,
y nadie se sentía héroe ni mártir por dar abrigo a los perseguidos que cruzaban el río,
yendo para allá o desde allá viniendo.
La solidaridad era, y sigue siendo, un asunto de sentido común y por lo tanto era,
y sigue siendo, la cosa más natural del mundo.
Quizá por eso su energía, la siempreviva, fue más viva que nunca en los años del terror,
alimentada por las prohibiciones que querían matarla.
La solidaridad crece en el castigo."
Eduardo Galeano.
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