Uno se asoma a las estadísticas internacionales y se pregunta: Pero ¿en qué mundo vivimos? ¿Un manicomio gigante? ¿Un matadero? ¿Quién ha escrito esta obra que estamos obligados a representar? ¿Qué loco o eufórico verdugo? ¿Mentía la historia cuando prometía paz y progreso?
Diez mil personas mueren de hambre cada día, pero cada día gasta el mundo más de mil millones de dólares en ejércitos y armamentos.
El cotejo de las cifras militares con los datos de analfabetismo, enfermedad y atraso produce estremecimientos de espanto si se piensa que con el coste de un tanque se podrían equipar quinientas aulas escolares;
que un caza a reacción equivale a 40.000 farmacias, y que con lo que cuesta un destructor se podría proporcionar electricidad a nueve millones de personas.
Aunque las armas durmieran y no fueran disparadas jamás, de todos modos estarían devorando los recursos de la economía mundial.
Y por cierto que sí se disparan.
No contra el hambre: contra los hambrientos.
EDUARDO GALEANO.
Artículo publicado en 1982.
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