"Los conquistadores británicos quedaron bizcos de asombro.
Ellos venían de una civilizada nación donde las mujeres
eran propiedad de sus maridos y les debían obediencia,
como la Biblia mandaba, pero en América encontraron
un mundo al revés.
Las indias iroquesas y otras aborígenes resultaban
sospechosas de libertinaje. Sus maridos ni siquiera
tenían el derecho de castigar a las mujeres que les pertenecían.
Ellas tenían opiniones propias y bienes propios,
derecho al divorcio y derecho de voto en las decisiones de
la comunidad.
Los blancos invasores ya no podían dormir en paz:
las costumbres de las salvajes paganas podían contagiar
a sus mujeres."
EDUARDO GALEANO.
De: "El cazador de historias."
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