"Abrid escuelas y se cerrarán cárceles."
Concepción Arenal
por la dignidad de las mujeres, presas de cárceles disfrazadas de hogares.
Contra la costumbre de absolver generalizando, ella llamaba al pan pan y al
vino, vino:
—Cuando la culpa es de todos, es de nadie —decía. Así se ganó unos cuantos
enemigos.
Y aunque a la larga su prestigio ya era indiscutible, a su país le costaba
creérselo. Y no sólo a su país: a su época también.
Allá por 1840 y algo, Concepción Arenal había asistido a los cursos de la
Facultad de Derecho, disfrazada de hombre, el pecho aplastado por un doble
corsé.
Allá por 1850 y algo, seguía disfrazándose de hombre para poder
frecuentar las tertulias madrileñas, donde se debatían temas impropios a horas
impropias.
Y allá por 1870 y algo, una prestigiosa organización inglesa, la Sociedad
Howard para la Reforma de las Prisiones, la nombró representante en España.
El documento que la acreditó fue expedido a nombre de "sir" Concepción Arenal.
Galeano
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