7.11.15

"Civilización y racismo".


- Guayasamín -
Gabriel René-Moreno fue el más prestigioso historiador boliviano del siglo pasado.
 Una de las universidades de Bolivia lleva su nombre en nuestros días. 
Este prócer de la cultura nacional creía que los indios son asnos, que generan mulos 
cuando se cruzan con la raza blanca. 
Él había pesado el cerebro indígena y el cerebro mestizo, que según su balanza pesaban
 entre cinco, siete y diez onzas menos que el cerebro de raza blanca, y por tanto los 
consideraba celularmente incapaces de concebir la libertad republicana.
El peruano Ricardo Palma, contemporáneo y colega de Gabriel René-Moreno, escribió que
 los indios son una raza abyecta y degenerada.
 Y el argentino Domingo Faustino Sarmiento elogiaba así la larga lucha de los indios araucanos 
por su libertad: Son más indómitos, lo que quiere decir: animales más reacios,
 menos aptos para la Civilización y la asimilación europea.
El más feroz racismo de la historia latinoamericana se encuentra en las palabras de los
 intelectuales más célebres y celebrados de fines del siglo diecinueve y en los actos
 de los políticos liberales que fundaron el Estado moderno.
 A veces, ellos eran indios de origen, como Porfirio Díaz, autor de la modernización capitalista
 de México, que prohibió a los indios caminar por las calles principales y sentarse 
en las plazas públicas si no cambiaban los calzones de algodón por el pantalón
 europeo y los huaraches por zapatos.
Eran los tiempos de la articulación al mercado mundial regido por el Imperio Británico, 
y el desprecio científico por los indios otorgaba impunidad al robo de sus tierras y de sus brazos.
El mercado exigía café, pongamos el caso, y el café exigía más tierras y más brazos.
 Entonces, pongamos por caso, el presidente liberal de Guatemala, Justo Rufino Barrios,
 hombre de progreso, restablecía el trabajo forzado de la época colonial y
 regalaba a sus amigos tierras de indios y peones indios en cantidad.
EDUARDO GALEANO.

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