Cuando cuenta que Dios castiga a Babilonia con hablar lenguas distintas
para que no pudieran entenderse y continuar con la idea de levantar
una torre hasta el cielo,
nos dice que, desde el comienzo, la diversidad de lenguas
es un castigo y no una bendición.
Y nos hizo un gran favor salvándonos del aburrimiento de hablar
todos la misma lengua y pensar el mismo pensamiento,
soñar los mismos sueños,
sentir las mismas sensaciones.
Las palabras brotan de cierto suelo y huelen de determinada manera."
Eduardo Galeano
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