En el Ecuador, los verdugos llaman verdugos a
sus víctimas:
- Indios verdugos!, les gritan.
De cada tres ecuatorianos, uno es indio.
Los otros dos le cobran, cada día, la derrota histórica.
- Somos los vencidos. Nos ganaron la guerra.
Nosotros perdimos por creerles.
Por eso - me dice Miguel, nacido en lo hondo
de la selva amazónica.
Los tratan como a los negros en Sudáfrica:
los indios no pueden entrar a los hoteles
- En la escuela me metían palo cuando hablaba
nuestra lengua –
me cuenta Lucho, nacido al sur de la sierra.
- Mi padre me prohibía hablar quichua.
Es por tu bien, me decía - recuerda Rosa,
la mujer de Lucho.
Rosa y Lucho viven en Quito.
Están acostumbrados a escuchar:
- Indio de mierda.
El sistema que los desprecia, desprecia lo que ignora,
porque ignora lo que teme.
Tras la máscara del desprecio, asoma el pánico:
estas voces antiguas, porfiadamente vivas...
¿Qué dicen?
¿Qué dicen cuando hablan?
¿Qué dicen cuando callan?"
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