Niño indio, si estás cansado, | |
tú te acuestas sobre la tierra, | |
y lo mismo si estás alegre. | |
Hijo mío juega con ella... | |
Se oyen cosas maravillosas | |
al tambor indio de la Tierra: | |
se oyen el fuego que sube y baja | |
buscando el cielo y nos sosiega. | |
Rueda y rueda, se oyen los ríos | |
en cascadas que no se cuentan. | |
Se oyen mugir los animales; | |
se oye el hacha comer la selva. | |
Se oyen sonar los telares indios. | |
Se oyen trillar, se oyen fiestas. | |
Donde el indio lo está llamando, | |
el tambor indio le contesta, | |
y tañe cerca y tañe lejos, | |
como el que huye y que regresa... | |
Todo lo toma todo lo carga | |
el lomo santo de la Tierra: | |
lo que camina, lo que duerme, | |
lo que retoza y lo que pena; | |
y lleva vivos y lleva muertos | |
el tambor indio de la Tierra. | |
Cuando muera, no llores hijo: | |
pecho a pecho ponte con ella, | |
y si sujetas los alientos | |
como que todo o nada fueras, | |
tú escucharás subir su brazo | |
y la madre que estaba rota | |
tú la verás volver entera. | |
Gabriela Mistral. |
"No son más de mil los indios ishir que sobreviven en el Chaco.
Wylky, legalmente llamado Gregorio Arce, habla por todos en las ceremonias sagradas.
Hace años, una peste mató a su gente más querida.
Entonces, él se hundió en el bosque, y allí cantó y cantó, y siguió cantando cuando la sangre le brotó de la boca. Con la garganta rota, mucho después, emergió de la fronda.
Es casi nada la voz que le queda, un susurro quebrado, pero Wylky es un señor de la palabra.
Está hecho de silencio, y de pocas palabras secretas y luminosas,
el sendero que conduce a la casa de los dioses."
EDUARDO GALEANO
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