El cerro Piltriquitrón tiene la cabeza en las nubes.
Hasta hace poco, la cabeza era bosque quemado; ahora, es bosque tallado.
Unos cuantos artistas escultores, venidos de aquí y de allá, subieron hasta esa cumbre, donde yacían las lencas, altos árboles arrasados por el incendio feroz, y se pusieron a trabajar los troncos que el fuego había volteado o mutilado.
Los árboles, ¿estaban muertos, o se hacían los muertos?
Durante una semana, día tras día, los escultores hicieron su tarea; y por gracia y magia de sus manos, los cadáveres se han echado a andar.
La función comienza cuando usted llega.
El cementerio se ha convertido en teatro.
Un tronco gigantesco es ahora un arlequín, despatarrado, con un solo sombrero y dos cabezas: el arlequín da la bienvenida al respetable público, que entra y pasea, de árbol en árbol, a lo largo de los cuerpos de madera que brotan de las ruinas y bailando vuelan."
EDUARDO GALEANO
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