Hay que imaginar una cita imposible: W. Benjamin autor de trabajos capitales como las Tesis “Sobre el concepto de la historia” y E. Galeano, autor, entre otros, de Las venas abiertas de América Latina, discutiendo en un café, manifestando en una protesta, aportando en una asamblea. ¿De qué hablarían? ¿En qué detendrían la vista y la escucha?
Lo que es seguro es que tendrían mucho sobre qué conversar y discutir. Haciendo uso de lo que dice la tesis IV del trabajo de Benjamin, Galeano es un historiador educado en la escuela de Marx que, sin perder de vista las necesidades materiales, sabe poner lo refinado y espiritual como armas en el combate de la lucha de clases, a saber, la confianza, el coraje, el humor, la astucia y la inquebrantable firmeza.
En otras palabras, si el trabajo de Benjamin aporta una armazón teórica para pensar de otra forma la historia (para construirla de otra forma), Galeano realiza este otro tipo de historia (o historias) desde la mirada de los oprimidos.
Galeano sabe también “pasar por la historia el cepillo a contrapelo” y nos ayuda a reconocer y descubrir la mirada de los vencidos y de las víctimas, allí donde la historia oficial solo tiene palabras para el “famoseo” de los vencedores y la valoración cómplice sobre el “progreso” de la humanidad… olvidando la barbarie y la injusticia que el supuesto progreso implica.
Escribe para que no se olviden las injusticias, pero al mismo tiempo, para que las luchas y los sueños y esperanzas de los vencidos animen las luchas actuales. Todos sus libros no solo se leen con el placer que acompaña una buena escritura, sino también moviendo a la indignación, a la ternura y la cólera por las injusticas y las luchas que describe. En las historias que muestra se condensan imágenes de personas y épocas que nos hablan y buscan que nos hagamos responsables (que respondamos) por su suerte y la de nuestro tiempo.
Un ejemplo entre tantos otros, permite apreciar como logra crear imágenes que nos recuerdan un pasado que de otra forma se habría perdido. En un fragmento fechado en 1970 en Managua, titulado Rugama dice
“El altivo poeta, el chaparrito de sotana que comulgaba de pie, dispara hasta el último tiro y cae peleando contra todo un batallón de la dictadura de Somoza.Leonel Rugama tenía veinte años.De los amigos, prefería a los jugadores de ajedrez.De los jugadores de ajedrez, a los que pierden por culpa de la muchacha que pasa.De las que pasan, a la que queda.De las que quedan, a la que todavía no llegó.De los héroes, prefería a los que no dicen que mueren por la patria.De las patrias, a la nacida de su muerte.”
En unas pocas líneas nos hace presente al “altivo poeta” y el tiempo, grávido de luchas y resistencias, del sandinismo contra la injusta dictadura de Somoza. La imagen de uno “peleando contra todo un batallón” condensa el valor del “chaparrito de sotana que comulgaba de pie” y la iniquidad de la dictadura Somocista. Y con la última línea, señala la actualización de la utopía que animaba en aquellas luchas. Del reclamo, que está siempre y de nuevo en peligro de ser olvidado, de una patria distinta, sin pobreza y sin explotación.1
Al igual, cuando habla del poder, no habla desde el poder como lo hace la historiografía perezosa y cómplice de éste, es decir, como usualmente hace la historia oficial que se enseña en escuelas, actos y monumentos. Sino que habla de él, para criticarlo y mostrarlo como objeto de ironía o escarnio, revelando sus crueldades, arbitrariedades o sus ridiculeces. Otro fragmento, fechado en 1976 en la cárcel uruguaya bautizada Libertad, da cuenta de ello:
“Los presos políticos uruguayos no pueden hablar sin permiso, silbar, sonreir, cantar, caminar rápido ni saludar a otro preso. Tampoco pueden dibujar ni recibir dibujos de mujeres embarazadas, parejas, mariposas, estrellas ni pájaros.Didaskó Pérez, maestro de escuela, torturado y preso por tener ideas ideológicas, recibe un domingo la visita de su hija Milay, de cinco años. La hija le trae un dibujo de pájaros. Los censores se lo rompen a la entrada de la cárcel.Al domingo siguiente, Milay le trae un dibujo de árboles. Los árboles no están prohibidos, y el dibujo pasa. Didaskó le elogia la obra y le pregunta por los circulitos de colores que aparecen en las copas de los árboles, muchos pequeños círculos entre las ramas:-¿Son naranjas? ¿Qué frutas son?La niña lo hace callar:-Sshhhh.Y en secreto le explica:-Bobo. ¿No ves que son ojos? Los ojos de los pájaros que te traje a escondidas”
Un poder arbitrario que apresa a hombres por tener “ideas ideológicas”, que prohíbe los dibujos de pájaros, se ve burlado por la conmovedora astucia de una niña: una imagen que nos habla de la injusticia y las resistencias que se le pueden ofrecer.
Pero estos son solo algunos ejemplos entre muchos otros.
Por ello hay que alentar una cita ya dada en la intención de ambos historiadores: ambos están perfectamente convencidos que “ni siquiera los muertos estarán a salvo si el enemigo vence” y ambos expresan la necesidad de actualizar las luchas y resistencias de los oprimidos de ayer en las luchas de hoy (como las de los pueblos originarios, de las mujeres, de los pobladores en defensa de sus recursos naturales).
W. Benjamin y E. Galeano seguro que se harían compañeros. Seguro que son compañeros ya.
Bibliografía
Galeano, E. (2002) Memoria del fuego 3.El siglo del viento. Madrid, Siglo XXI editores.
Löwy, M. (2003) Walter Benjamin. Aviso de incendio. Una lectura de las tesis “Sobre el concepto de historia”. Trad. Horacio Pons. Buenos Aires, FCE.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario