Nos reúne, en la mañana de hoy, la búsqueda de áreas de cooperación y de encuentro en este mundo enfermo de desvínculos.
¿Dónde podremos encontrar un gran espacio todavía abierto al diálogo y al trabajo compartido?
¿No podríamos empezar por buscarlo en el sentido común?
¿El cada vez más raro sentido común?
Los gastos militares, pongamos por caso. El mundo está destinando 2.200 millones de dólares por día a la producción de muerte. O sea: el mundo consagra esa astronómica fortuna a promover cacerías donde el cazador y la presa son de la misma especie, y donde más éxito tiene quien más prójimos mata. Nueve días de gastos militares alcanzarían para dar comida, escuela y remedios a todos los niños que no tienen. A primera vista, esto traiciona el sentido común. ¿Y a segunda vista? La versión oficial justifica este derroche por la guerra contra el terrorismo. Pero el sentido común nos dice que el terrorismo está de lo más agradecido. Y a la vista está que las guerras en Afganistán y en Irak le han regalado sus más poderosas vitaminas. Las guerras son actos de terrorismo de Estado, y el terrorismo de Estado y el terrorismo privado se alimentan mutuamente.
EDUARDO GALEANO.
Artículo publicado en julio de 2016.
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