“Hasta que los leones tengan sus propios historiadores,
La memoria del poder no recuerda: bendice.
Ella justifica la perpetuación del privilegio por derecho
de herencia, otorga impunidad a los crímenes de los que
mandan y proporciona coartadas a su discurso, que miente
con admirable sinceridad.
La memoria de pocos se impone como memoria de todos.
Pero este reflector, que ilumina las cumbres, deja la base
en la oscuridad.
Los que no son ricos, ni blancos, ni machos,
rara vez actúan en la historia oficial de América Latina: más bien
integran la escenografía, como los extras de Hollywood.
Son los invisibles de siempre, que en vano buscan sus caras en este espejo obligatorio. Ellos no están.
La memoria del poder sólo escucha las voces que repiten la aburrida letanía de su propia sacralización.
“Los que no tienen voz” son los que más voz tienen, pero llevan
siglos obligados al silencio, y a veces da la impresión de que se han acostumbrado.
El elitismo, el racismo, el machismo , que nos impiden ser,
también nos impiden recordar.
Se enaniza la memoria colectiva, mutilada de lo mejor de sí,
y se pone al servicio de las ceremonias de autoelogio de
los mandones que en el mundo son.
Galeano
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