Peor que la peste del sida es la peste del miedo, por eso bueno sería, y bien vendría, que la conmemoración del descubrimiento nos sirviera de ayudita.
Dicho así, parece de locos; y por eso lo digo: que hay que salir al paso de esta onda ascendente de puritanismo castrador que nos está amenazando con vaciar de electricidad la vida para reducirla a virtuoso, aséptico, inofensivo aburrimiento.
Y si así se hiciera no habría que encarar los festejos como un homenaje a los Reyes Católicos, fundadores de la Inquisición en España y campeones de la intolerancia y oscurantismo en América.
En cambio, el histórico cumpleaños se podría encarar como un universal aplauso a la linda gente que ha sabido mantener vivas, a pesar de tanta persecución y de tanto desprecio, las dos tradiciones más antiguas de América: la tradición de libertad y la tradición de comunidad.
Entonces sería un homenaje, pongamos por caso, a las comunidades mayas de Guatemala, que han sobrevivido a incontables campañas de aniquilación y que todavía son capaces de elegir la solidaridad y despreciar la propiedad, y que todavía llaman juego al acto de amor.
O sería una celebración, pongamos también por caso, de la manera huichola de parir.
Cuando van a parir, las indias huicholas, en la sierra mexicana de Nayarit, no piensan en la maldición bíblica que ha condenado a la mujer a engendrar con dolor.
En cambio, ellas se concentran recordando aquella noche de nueve meses antes, para que el niño que va a nacer sea digno de la alegría que lo hizo”.
Eduardo Galeano,
"El tigre azul y otros artículos"
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