4.7.15

"Las dos hispanidades".

"Los latinoamericanos de mi generación, nacidos mientras la dictadura de Franco se alzaba 
sobre las cenizas de la república, aprendimos desde niños las canciones de los
 vencidos. 
Sentíamos y sentimos muy propias aquellas tonadas republicanas y las cantábamos
 a pleno 
pulmón mientras en España las susurraban, en el obligado silencio,
 los sobrevivientes. 
Los escritores de mi generación fuimos para siempre marcados por nuestras 
tempranas lecturas 
de Antonio Machado, Pedro Salinas, León Felipe, Miguel Hernández, Lorca,
 Alberti y otros 
fecundos poetas en España prohibidos o mutilados por la censura.
 Nosotros tuvimos el 
privilegio de heredar la palabra de aquellos creadores exiliados o asesinados,
 mucho antes de 
que en España sus voces pudieran resonar plenamente. 
Entrando de espaldas 
Aquellas canciones y poemas simbolizan todavía, para América Latina,
 una manera de 
entender y de vivir la hispanidad que nada tiene que ver con la hispanidad 
retórica y sombría 
que tradicionalmente ha servido de caballito de batalla a los enemigos
 de la democracia.
 Una se 
reconoce, pongamos por caso, en fray Luis de León; 
la otra, en los inquisidores que lo 
condenaron por traducir el "Cantar de los Cantares' a la lengua de Castilla. 
Esta última hispanidad ha servido de escudo y de coartada a los sectores más 
reaccionarios de la sociedad española y de las sociedades latinoamericanas, que pretenden 
entrar de espaldas en la historia -como si la solución a los problemas del siglo XX estuviera en 
el regreso al siglo XVI.
 Es la hispanidad de la nostalgia imperial, que los inquisidores de 
nuestro tiempo han invocado e invocan con frecuencia.
 En su nombre las fuerzas del cambio 
han sido condenadas y castigadas, por oler a azufre y tener rabo; y en su nombre
 ha corrido la 
sangre de los justos. 
Todavía hay quienes añoran a las huestes de la conquista que en España y 
en América impusieron una religión única, una cultura única,
 una única lengua y una única 
verdad; y mesiánicas espadas suelen alzarse para repetir la hazaña de la redención. 
textos oficiales de "Educación Cívica y Moral' que reproducen
 ciertos apotegmas de la 
hispanidad acuñados por Francisco Franco.
 Entre ellos se lee, por ejemplo: "La Patria es una 
unidad de destino en lo universal, y cada individuo es portador de una
 misión particular en la 
armonía del Estado.
 La Patria es Orden. . ." Estos catecismos gorilas de una dictadura que ya 
toca a su fin, intentaban en vano convencer a los estudiantes
 de que la función del pueblo 
consiste en obedecer y trabajar, y que la igualdad de la mujer
 "estimula su sexo y su 
intelectualidad en detrimento de su misión de madre y esposa". 


Entrando de frente 
La otra hispanidad, la de las trincheras democráticas, la de los poetas perseguidos,
 puede 
encontrar ahora, en la España actual, nuevos cauces de realización. 
Esos nuevos cauces recogen la herencia de Gonzalo Guerrero, 
que murió combatiendo del lado 
de los indios, en lugar de la herencia de Hernán Cortés.
 Vienen de Bartolomé de Las Casas, 
fanático de la dignidad humana, y no de Juan Ginés de Sepúlveda,
 ideólogo del humanismo 
racista. 
Invocan la memoria de las comunidades de Vasco de Quiroga, quien creyó que 
América era tierra de Utopía, en vez de la memoria de los sabios cortesanos
 que se burlaron de él.
Y continúan el camino de Bernardino de Sahagún, el hombre que dedicó 
medio siglo de su 
vida a buscar y recoger las perdidas voces de la América que la conquista estaba arrasando, en 
lugar de extraviarse en el camino del lúgubre rey Felipe II,
 que sepultó los libros de Sahagún 
por ser sospechosos de difundir idolatrías. 
Esta otra hispanidad puede abrir inmensos espacios de encuentro y
 de reencuentro, 'de 
descubrimiento y de redescubrimiento, entre España y América,
 para que juntas digan y caminen."
Eduardo Galeano

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