Doña Chila Monti ya tenía unos cuantos años y estaba más cerca del arpa que de la guitarra.
Bien lo sabía su hijo Horacio, pero se pegó tremendo susto cuando la vio como la vio: las manos tembleques, los ojos salidos, las piernas flojas que no podían caminar...
- ¿Qué pasó? ¿Qué pasó?, preguntó el hijo.
Y la madre con un resto de voz, la poca voz que le quedaba, alcanzó a musitar:- “Me robaron”.
El hijo quiso saber qué cosas le habían robado.
Y ahí ella pegó un salto y resucitó, furiosa, indignadísima: - “Vos bien sabés que no tengo nada yo, ¿Qué cosas me iban a robar? ¡Ninguna! Cómo se te ocurre semejante barbaridad...¿Tengo cosas yo?
Bien sabe Dios que cuando me llegue la hora subiré sin nada...
-” Bueno, bueno, dijo Horacio, pero si decís que te robaron...
- “Sí, me robaron”
-¿Y qué se llevaron?
- “Las ideas”.
EDUARDO GALEANO
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