14.7.17

" En mi hambre mando yo."

" SOMOS LO QUE HACEMOS."
Galeano

Americanos.

"Cuenta la historia oficial que Vasco Núñez de Balboa fue el primer hombre que vio, desde una cumbre de Panamá, los dos océanos.
 Los que allí vivían, ¿eran ciegos?
¿Quiénes pusieron sus primeros nombres al maíz y a la papa y al tomate y al chocolate y a las montañas y a los ríos de América?
 ¿Hernán Cortés, Francisco Pizarro?
 Los que allí vivían, ¿eran mudos?
Lo escucharon los peregrinos del Mayflower: Dios decía que América era la Tierra Prometida.
 Los que allí vivían, ¿eran sordos?
Después, los nietos de aquellos peregrinos del norte se apoderaron del nombre y de todo lo demás.
 Ahora, americanos son ellos.
 Los que vivimos en las otras Américas, ¿qué somos?"
EDUARDO GALEANO.

" Fundación de las desapariciones."


"Miles de muertos sin sepultura deambulan por la pampa argentina. 
Son los desaparecidos de la última dictadura militar.
La dictadura del general Videla aplicó en escala jamás vista la desaparición como arma de guerra. La aplicó, pero no la inventó.
 Un siglo antes, el general Roca había utilizado contra los indios esta obra maestra de la crueldad, que obliga a cada muerto a morir varias veces y que condena a sus queridos a volverse locos persiguiendo su sombra fugitiva.
En la Argentina, como en toda América, los indios fueron los primeros desaparecidos.
 Desaparecieron antes de aparecer.
 El general Roca llamó conquista del desierto a su invasión de las tierras indígenas.
 La Patagonia era un espacio vacío, un reino de la nada, habitado por nadie.
Y los indios siguieron desapareciendo después.
 Los que se sometieron y renunciaron a la tierra y a todo fueron llamados indios reducidos: reducidos hasta desaparecer. 
Y los que no se sometieron y fueron vencidos a balazos y sablazos, desaparecieron convertidos en números, muertos sin nombre, en los partes militares. 
Y sus hijos desaparecieron también: repartidos como botín de guerra, llamados con otros nombres, vaciados de memoria, esclavitos de los asesinos de sus padres."
EDUARDO  GALEANO

Padre ausente.

"Robert Carter fue enterrado en el jardín.
En su testamento, había pedido descansar bajo un árbol de sombra, durmiendo en paz y en oscuridad.
 Ninguna piedra, ninguna inscripción.
Este patricio de Virginia fue uno de los más ricos, quizás el más, entre todos aquellos prósperos propietarios que se independizaron de Inglaterra.
Aunque algunos padres fundadores de los Estados Unidos tenían mala opinión de la esclavitud, ninguno liberó a sus esclavos.
 Carter fue el único que desencadenó a sus cuatrocientos cincuenta negros para dejarlos vivir y trabajar según su propia voluntad y placer.
 Los liberó gradualmente, cuidando de que ninguno fuera arrojado al desamparo, setenta años antes de que Abraham Lincoln decretara la abolición.
Esta locura lo condenó a la soledad y al olvido.
Lo dejaron solo sus vecinos, sus amigos y sus parientes, 
todos convencidos de que los negros libres amenazaban la seguridad personal y nacional.
Después, la amnesia colectiva fue la recompensa de sus actos."
EDUARDO  GALEANO.

13.7.17

" Escritura."


"Uno escribe sin saber bien por qué o para qué,
 pero se supone que tiene que ver
 con las cosas en las que más profundamente cree."

EDUARDO  GALEANO.

12.7.17

" Indignos e indignados."

“El objetivo de los amos del mundo es lograr un mundo obediente:
 hay que ver lo que es la humillación de Europa, 
porque antes parecía que la humillación era un triste privilegio nuestro.
 Imponen desde Alemania y lo que Hitler
 no pudo hacer con la violencia lo están haciendo 
democráticamente esta señora Angela Merkel y los suyos.
 Dan las órdenes: ustedes tienen que hacer esto y esto 
y esto en una contradicción que no tiene salida 
porque están obligando a los países,
 a todos, a apretarse el cinturón 
y bajarse los pantalones al mismo tiempo.
“No se pueden hacer las dos cosas al mismo tiempo:
 o te bajas los pantalones o te aprietas el cinturón.
 Eso es lo que condena al fracaso de estas políticas,
 no sólo porque afortunadamente en el mundo
 hay todavía más indignados que indignos,
 o puede haberlos en todo caso.
 Necesitamos a los indignados,
 estamos hartos de los indignos, 
porque el proyecto neoliberal es irrealizable, es imposible."

EDUARDO  GALEANO.
Fuente : " La Jornada."

Entrevista a Eduardo Galeano. / Sudestada

Para conversar con Eduardo Galeano hay que encontrarse en el Café Brasilero, en la ciudad vieja de Montevideo. Y ese lugar no es una elección casual. Para este escritor que no vive en el pasado pero sí que añora la época de los cafés "donde había tiempo para perder el tiempo", ese es el sitio elegido en el cual dejarse llevar durante horas en una charla distendida.
La excusa de esta nueva entrevista, realizada a fines de noviembre de 2012, es conversar sobre su último libro, Los hijos de los días; un mosaico de la Historia con mayúsculas, en el que, a modo de calendario, cada día cuenta una historia, con las palabras mínimas a las que ya nos tiene acostumbrados Galeano desde hace años. Fechas inoxidables, personajes que perduran -de los buenos y de los malos-, episodios que cambiaron el mundo para siempre, injusticias de todos los colores, batallas perdidas, pequeños triunfos, grandes esperanzas; todo va y viene en la línea del tiempo y reconstruye lo que somos y lo que hicieron de nosotros. 
Por eso Eduardo llega con una ejemplar del libro debajo del brazo, para regalarnos, al mejor estilo de los cuentacuentos, algunos escritos que relaciona con los temas que van surgiendo a lo largo de la charla.
Pero también hay un tiempo de mirar hacia atrás, de recordar a esos amigos que ya no están, los proyectos que forjaron la juventud del periodista de entonces; hablar del presente en Uruguay y tomarse un rato para analizar lo que sucede con el pueblo de Palestina; y mirar hacia adelante: a los chicos, esos pequeños portadores de verdades y libertades que después nos cercenan los adultos, a la maquinización que avanza y nos pone en la mira de los objetos que creamos para que nos faciliten la existencia, a esas palabras que le siguen brotando mientras escribe y tacha y simplifica y limpia.
-¿De dónde proviene esa idea de que somos hijos de los días?
-De una frase que escuché en una comunidad maya hace muchos años: "Nosotros somos hijos de los días", que me impresionó muchísimo porque es la única cultura de las américas en la que el tiempo funda el espacio. Me quedó zumbando en la cabeza durante años. Si es así esa idea, entonces cada día debe tener alguna historia que contar. Estamos hechos de átomos pero también de historias. Este libro son 366 historias. Después Albert Einstein le dio categoría científica a esto del tiempo, pero era maya sin saberlo... me encantó la idea del tiempo generando y generándonos a nosotros, los humanitos, y a su vez nosotros con historias para contar.
-Y en este libro volviste a los dibujos...
-Sí. En realidad son collages, son pegotes. Yo no soy un artista: agarro tijeras, engrudo, revistas, diarios y almanaques. Son miniaturas sin ningún valor artístico pero que a mí me entretienen. Y además vendría a ser un contrapunto de los textos: cuando yo era chico me encantaba leer los libros ilustrados, con figuritas. Cuando venían sin figuritas era espantoso. Entonces hago así los libros, como a mí me gustaban de chico.
Algo similar me pasa con la fotografía, que me encanta, pero yo soy un pésimo fotógrafo. Tampoco hay que confundir el violín con la música... es un instrumento. Yo soy muy amigo del brasileño Sebastião Salgado y si ves las camaritas con las que él trabaja, pensás: "esto no da ni para un cumpleaños infantil", y sin embargo hace unas fotografías increíbles. Salgado era economista y nunca se le había ocurrido estudiar fotografía ni nada, y le prestaron una cámara y fotografió el desierto de Salhen. Y a partir de ahí se convirtió en quien es ahora. Hace diez años que está con una nueva investigación: cómo empezó el mundo, y tiene un trabajo excelente: registra sólo las escenas de amor, desde los distintos puntos de vista, incluso con animales, en todas partes del mundo.
-Por la brevedad de los textos y la cantidad de personajes presentados, tus libros vendrían a funcionar como disparadores, para que los lectores sigan profundizando por su cuenta...
-Esa es la idea, la de escribir de tal manera que lo que uno escribe se multiplique dentro de quien lo recibe con sus palabras y sus silencios; que sea un vaivén creativo, no un acto de consumo. Que se genere un diálogo de verdad.
Por ejemplo, en este libro vuelvo a traer a Simón Rodríguez. Un oculto de la historia; ahora se va a editar un libro en Uruguay sobre él y creo que hice mucho para que se visibilice. Con estos grandes personajes uno descubre no sólo las estatuas que sobran sino, sobre todo, las que faltan.
Una de las cosas que más me interesan es cómo Simón Rodríguez planteó el uso de las manos: la enseñanza manual mezclada con la intelectual estaba prohibida por la tradición colonial. En el siglo XVII, un rey borgón decide en España que el hecho de usar las manos en el trabajo no te degrada, es decir que no se pierde el título de hidalguía ni el derecho a ser llamado "don" por usar las manos. Pero antes era denigrante. Hay decretos anteriores a ese que hablan claramente de los oficios viles; eran todos los que usaban las manos: carpintería, albañilería, trabajo de la tierra, alfarería, que eran los que pagaban impuestos; en cambio, los curas holgazanes y los milicos no pagaban.
Y don Simón pregonaba que fueran juntos: estaba en contra de esa división del trabajo, que en definitiva es una división de clase: él desafiaba la estructura de clase establecida, que provenía de la colonia, que generó una sociedad de zánganos, donde el que valía era el que vivía sin hacer nada... y eso después se transmitió en los tangos. Todavía pesa mucho el desprecio por el trabajo manual y la relación a veces absurda con lo que se llama trabajo intelectual, que habría que ver hasta dónde se puede separar uno del otro. El hecho es que esas eran máscaras que enmascaraban -y todavía lo hacen- una estructura de clases muy injusta que expulsa a la mayoría de la población, y también el racismo, porque los oscuritos eran los que trabajaban con las manos, en cambio los blanquitos eran superiores que los miraban trabajar: eran doctores. Y contra eso se levanta don Simón.
-Las mujeres adquieren un protagonismo notorio en este nuevo libro...
-Porque voy escribiendo a medida que voy descubriendo mujeres que valen la pena: no por el hecho de ser mujeres, sino por ser personas que hicieron o dijeron cosas que vale la pena recordar o restablecer.
(La nota completa en la edición especial #7 - Enero 2013)

11.7.17

" Vamos a pasear."


"A fines del siglo diecinueve, muchos montevidianos 
dedicaban sus domingos al paseo preferido: la visita a la cárcel y al manicomio.
Contemplando a los presos y a los locos,
 los visitantes se sentían muy libres y muy cuerdos."

Eduardo Galeano.

 "El cazador de historias"

10.7.17

"Sordos."


"Cuando los conquistadores españoles pisaron por vez
primera las arenas de Yucatán, unos cuantos nativos les
salieron al encuentro.
Según contó fray Toribio de Benavente, los españoles
les preguntaron, en lengua castellana:
—¿Dónde estamos? ¿Cómo se llama este lugar?
Y los nativos dijeron, en lengua maya yucateca:
—Tectetán, tectetán.
Los españoles entendieron:
—Yucatán, Yucatán.
Y desde entonces, así se llama esta península.
Pero en su lengua, los nativos habían dicho:
—No te entiendo, no te entiendo."

EDUARDO GALEANO.
De: " El cazador de historias".

" Caupolicán. "

"Es algo formidable que vio la vieja raza: 
robusto tronco de árbol al hombro de un campeón 
salvaje y aguerrido, cuya fornida maza 
blandiera el brazo de Hércules, o el brazo de Sansón. 

Por casco sus cabellos, su pecho por coraza, 
pudiera tal guerrero, de Arauco en la región, 
lancero de los bosques, Nemrod que todo caza, 
desjarretar un toro, o estrangular un león. 

Anduvo, anduvo, anduvo. Le vio la luz del día, 
le vio la tarde pálida, le vio la noche fría, 
y siempre el tronco de árbol a cuestas del titán. 

«¡El Toqui, el Toqui!» clama la conmovida casta. 
Anduvo, anduvo, anduvo. La aurora dijo: «Basta», 
e irguióse la alta frente del gran Caupolicán."
Rubén Darío.




Homenajes
En el cerro Santa Lucía, en pleno centro de Santiago
de Chile, se alza una estatua del jefe indígena Caupolicán.
Caupolicán más bien parece un indio de Hollywood,
y se explica: la obra fue esculpida, en 1869, para un
concurso de los Estados Unidos en memoria de James
Fenimore Cooper, autor de la novela El último de los
mohicanos.
La escultura perdió el concurso, y el mohicano no
tuvo más remedio que mudarse de país y mentir que
era chileno.


EDUARDO  GALEANO.
De: " El cazador de historias."

"Los profetas de Túpac Amaru."


"A principios del siglo dieciocho, Ignacio Torote se
alzó, en la selva peruana, contra los intrusos que habían
venido a llevarse las almas y las tierras.
Al mismo tiempo, el ejército quechua de Juan Santos
Atahualpa impedía, de paliza en paliza, el avance de las
tropas españolas.
A mediados del siglo, mientras Juan Santos moría,
muy lejos de su selva impenetrable el joven José Gabriel
Condorcanqui elegía llamarse Túpac Amaru y encabezaba
la insurgencia indígena más numerosa de toda la
historia americana.
Y de derrota en derrota, de rebelión en rebelión, la
historia continuó: cuando ella dice adiós, dice hasta
luego.
Buenos Aires nació dos veces
El primer nacimiento ocurrió en 1536.
La ciudad, recién nacida, murió de hambre.
En 1580, Buenos Aires nació, por segunda vez, donde
hoy está la Plaza de Mayo.
¿Por qué se llama como se llama la zona de La Matanza?
Porque los indios no dieron la bienvenida a los
intrusos. Desde el principio, hubo guerra. La populosa
zona de La Matanza fue bautizada así en memoria
de una carnicería: los muertos fueron, todos, indios
querandíes.
Según el conquistador Juan de Garay, eran naturales
alterados."

EDUARDO  GALEANO.
De: " El cazador de historias."

" Homenaje."


"El primero de mayo es el día más universal de todos.
El mundo entero se paraliza rindiendo homenaje a
los obreros que fueron ahorcados, en Chicago, por el delito
de negarse a trabajar más de ocho horas diarias.
En mi primer viaje a los Estados Unidos, me sorprendió
que el primero de mayo fuera un día como cualquier otro
día, y ni siquiera la ciudad de Chicago, donde la tragedia había
ocurrido, se diera por enterada. Y en El libro de los abrazos,
confesé que esa desmemoria me dolía.
Mucho tiempo después, recibí una carta de Diana Berek y
Lew Rosenbaum, desde Chicago.
Ellos nunca habían celebrado esa fecha, pero en el año
2006, por primera vez, junto a una multitud jamás vista habían
podido rendir homenaje a aquellos obreros que en la
horca habían pagado su valentía.


Chicago te abraza, decía la carta."

EDUARDO GALEANO .
De: " El cazador de historias".

" Costumbres bárbaras."


"Los conquistadores británicos quedaron bizcos de asombro.
Ellos venían de una civilizada nación donde las mujeres
eran propiedad de sus maridos y les debían obediencia,
como la Biblia mandaba, pero en América encontraron
un mundo al revés.
Las indias iroquesas y otras aborígenes resultaban
sospechosas de libertinaje. Sus maridos ni siquiera
tenían el derecho de castigar a las mujeres que les pertenecían.
Ellas tenían opiniones propias y bienes propios,
derecho al divorcio y derecho de voto en las decisiones de
la comunidad.
Los blancos invasores ya no podían dormir en paz:
las costumbres de las salvajes paganas podían contagiar
a sus mujeres."

EDUARDO  GALEANO.
De: " El cazador de historias."

" Los libres."


"En los días, los guía el sol.
 En la noche, las estrellas.
No pagan pasaje, y viajan sin pasaporte y sin llenar
formularios de aduana ni de migración.
Los pájaros, los únicos libres en este mundo habitado
por prisioneros, vuelan sin combustible, de polo a
polo, por el rumbo que eligen y a la hora que quieren,
sin pedir permiso a los gobiernos que se creen dueños
del cielo."

Eduardo Galeano.
De: " El cazador de historias."

" Errores."


“Nací el 3 de setiembre de 1940, mientras Hitler devoraba media Europa
y el mundo no esperaba nada bueno. 
Desde que era muy pequeño, tuve una gran facilidad para cometer errores.
 De tanto meter la pata, terminé demostrando
 que iba a dejar honda huella de mi paso por el mundo.”

EDUARDO  GALEANO.
De: "El cazador de historias."