28.7.17

La historia de las miradas - narrado por Eduardo Galeano.

"....Los hombres y mujeres primeros sí tenían unos sus ojos, sí pues, pero no miraban. Y muchos y muy variados eran los tipos de ojos que tenían los más primeros hombres y mujeres. Los había de todos los colores y de todos los tamaños, los había de diferentes formas. Había ojos redondos, rasgados, ovalados, chicos, grandes, medianos, negros, azules, amarillos, verdes, marrones, rojos y blancos. Sí, muchos ojos, dos en cada hombre y mujer primeros, pero nada que miraban. 
Y así se hubiera seguido todo hasta nuestros días si no es porque una vez pasó algo. Resulta que estaban los dioses primeros, los que nacieron el mundo, los más grandes, haciendo una su bailadera porque agosto era, pues, mes de memoria y de mañana, cuando unos hombres y mujeres que no miraban se fueron a dar a donde estaban los dioses en su fiestadero y ahí nomás se chocaron con los dioses y unos fueron a dar contra la marimba y la tumbaron y entonces la fiesta se hizo puro borlote y se paró la música y se paró la cantadera y pues también la bailadera se detuvo y gran relajo se hizo y los dioses primeros de un lado a otro tratando de ver por qué se detuvo la fiesta y los hombres y mujeres que no miraban se seguían tropezando y chocando entre ellos y con los dioses. Y así se pasaron un buen rato, entre choques, caídas, mentadas y maldiciones. 
Ya por fin al rato como que se dieron cuenta los dioses más grandes que todo el desbarajuste se había hecho cuando llegaron esos hombres y mujeres. Y entonces los juntaron y les hablaron y les preguntaron si acaso no miraban por dónde caminaban. Y entonces los hombres y mujeres más primeros no se miraron porque de por sí no miraban, pero preguntaron qué cosa es “mirar”. Y entonces los dioses que nacieron el mundo se dieron cuenta de que no les habían dejado claro para qué servían los ojos, o sea cuál era su razón de ser, su por qué y su para qué de los ojos. Y ya les explicaron los dioses más grandes a los hombres y mujeres primeros qué cosa era mirar, y los enseñaron a mirar. 
Así aprendieron estos hombres y mujeres que se puede mirar al otro, saber que es y que está y que es otro y así no chocar con él, ni pegarlo, ni pasarle encima, ni tropezarlo. 
Supieron también que se puede mirar adentro del otro y ver lo que siente su corazón. 
Porque no siempre el corazón se habla con las palabras que nacen los labios. 
Muchas veces habla el corazón con la piel, con la mirada o con pasos se habla. 
También aprendieron a mirar a quien mira mirándose, que son aquellos que se buscan a sí mismos en las miradas de otros. 
Y supieron mirar a los otros que los miran mirar. 
Y todas las miradas aprendieron los primeros hombres y mujeres.
 Y la más importante que aprendieron es la mirada que se mira a sí misma y se sabe y se conoce, la mirada que se mira a sí misma mirando y mirándose, que mira caminos y mira mañanas que no se han nacido todavía, caminos aún por andarse y madrugadas por parirse. "

" El país de los sueños."


" Era un inmenso campamento al aire libre.
 De la galera de los magos brotaban lechugas cantoras y ajíes luminosos, y por todas partes había gente ofreciendo sueños en canje.
 Había quien quería cambiar un sueño de viajes por un sueño de amores, y había quien ofrecía un sueño para reír en trueque por un sueño para llorar un llanto bien gustoso.
 Un señor andaba por ahí buscando los pedacitos de un sueño, desbaratado por culpa de alguien que se lo había llevado por delante: el señor iba recogiendo los pedacitos y los pegaba
 y con ellos hacía un estandarte de colores.
 El aguatero de los sueños llevaba a agua a quienes sentían sed mientras dormían.
 Llevaba el agua a la espalda, en una vasija, y la brindaba en altas copas.
 Sobre una torre había una mujer, de túnica blanca, peinándose la cabellera, que le llegaba a los pies.
 El peine desprendía sueños, con todos sus personajes: Los sueños salían del pelo y se iban al aire."

EDUARDO  GALEANO. 
De: " El libro de los abrazos."

Viaje al país de los sueños.


" Helena acudía, en carro de caballos, al país donde se sueñan los sueños.
 A su lado, también sentada en el pescante, iba la perrita Pepa Lumpen. 
Pepa llevaba, bajo el brazo, una gallina que iba a trabajar en su sueño.
 Helena traía un inmenso baúl lleno de máscaras y trapos de colores.
 Estaba el camino muy lleno de gente.
 Todos marchaban hacia el país de los sueños, y hacían mucho lío y metían mucho ruido ensayando los sueños que iban a soñar, 
así que Pepa andaba refunfuñando, porque no la dejaban concentrarse como es debido."

EDUARDO GALEANO.
De: " El libro de los abrazos."