15.1.16

"Paradojas..."



Napoleón Bonaparte, el más francés de los franceses, no era francés.
 No era ruso José Stalin, el más ruso de los rusos; y el más alemán de los alemanes, Adolfo Hitler había nacido en Austria.
Margherita Sarfatti, la mujer más amada por el antisemita Mussoliniera judía.
José Carlos Mariátegui, el más marxista de los marxistas latinoamericanos, creía fervorosamente en Dios.
 El Che Guevara había sido declarado completamente inepto para la vida militar por el ejército argentino.
 De manos de un escultor llamado Aleijadinhoque era el más feo de los brasileños, nacieron las más altas hermosuras del Brasil. 
 Los negros norteamericanoslos más oprimidos,crearon el jazz, que es la más libre de las músicas. En el encierro de la cárcel fue concebido Don Quijoteel más andante de los caballeros…

EDUARDO GALEANO .
"El libro de los abrazos."

"Crónica de la ciudad de Bogotá".

Cuando el telón caía, al fin de cada noche, Patricia Ariza, marcada para morir, cerraba los ojos. 
En silencio agradecía los aplausos del público y también agradecía otro día de vida burlado a la muerte.
Patricia estaba en la lista de los condenados, por pensar en rojo y en rojo vivir; y las sentencias se iban cumpliendo, implacablemente, una tras otra.
Hasta sin casa quedó. Una bomba podía volar el edificio: los vecinos, obedientes a la ley del miedo, le exigieron que se fuera.
Ella andaba con chaleco antibalas por las calles de Bogotá.
 No había más remedio; pero el chaleco era triste y feo.
 Un día, Patricia le cosió unas cuantas lentejuelas, y otro día le bordó unas flores de colores, flores bajando como en lluvia sobre los pechos, y así el chaleco fue por ella alegrado y alindado, y mal que bien pudo acostumbrarse a llevarlo siempre puesto, y ya ni en el escenario se lo sacaba.
Cuando Patricia viajó fuera de Colombia, para actuar en teatros europeos, ofreció su chaleco antibalas a un campesino llamado Julio Cañón.
A Julio Cañón, alcalde del pueblo de Vistahermosa, ya le habían matado a toda la familia, a modo de advertencia, pero él se negó a usar ese chaleco florido:
Yo no me pongo cosas de mujeres –dijo.
Con una tijera, Patricia le arrancó los brillitos y los colores, y entonces el hombre aceptó.
Esa noche lo acribillaron. Con el chaleco puesto.
EDUARDO GALEANO

13.1.16

"Simón Rodríguez".

 "Al que no sabe, cualquiera lo engaña .
Al que no tiene, cualquiera lo compra."
Simón Rodríguez

Simón Rodríguez anciano

Todo a lo largo de la primera mitad del siglo diecinueve, un venezolano llamado Simón Rodríguez anduvo por los caminos de nuestra América, a lomo de mula, desafiando a los nuevos dueños del poder:
–Ustedes –clamaba don Simón–, ustedes que tanto imitan a los europeos, ¿por qué no les imitan lo más importante, que es la originalidad?
Paradójicamente, era escuchado por nadie este hombre que tanto merecía ser escuchado. Paradójicamente, lo llamaban loco, porque cometía la cordura de creer que debemos pensar con nuestra propia cabeza, porque cometía la cordura de proponer una educación para todos y una América de todos, y decía que al que no sabe, cualquiera lo engaña y al que no tiene, cualquiera lo compra, y porque cometía la cordura de dudar de la independencia de nuestros países recién nacidos:
–No somos dueños de nosotros mismos –decía–. 
Somos independientes, pero no somos libres.

EDUARDO GALEANO

"Domitila Barrios."


 Bolivia: en 1978, cinco mujeres voltearon una dictadura militar.
 Paradójicamente, toda Bolivia se burló de ellas cuando iniciaron su huelga de hambre. Paradójicamente, toda Bolivia terminó ayunando con ellas, hasta que la dictadura cayó.
Yo había conocido a una de esas cinco porfiadas, Domitila Barrios, en el pueblo minero de Llallagua.
 En una asamblea de obreros de las minas, todos hombres, ella se había alzado y había hecho callar a todos.
–Quiero decirles estito –había dicho–. Nuestro enemigo principal no es el imperialismo, ni la burguesía ni la burocracia. 
Nuestro enemigo principal es el miedo, y lo llevamos adentro.

Y años después, reencontré a Domitila en Estocolmo.
 La habían echado de Bolivia, y ella había marchado al exilio, con sus siete hijos. 
Domitila estaba muy agradecida de la solidaridad de los suecos, y les admiraba la libertad, pero ellos le daban pena, tan solitos que estaban, bebiendo solos, comiendo solos, hablando solos.
 Y les daba consejos:
–No sean bobos –les decía–. Júntense.
 Nosotros, allá en Bolivia, nos juntamos.
 Aunque sea para pelearnos, nos juntamos.

EDUARDO GALEANO

12.1.16

"Obdulio".

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Sorpresa en el estadio Maracaná: Uruguay gana el campeonato mundial de fútbol de 1950.
Al anochecer, Obdulio Varela huye del hotel, asediado por periodistas, hinchas y curiosos.
 Obdulio prefiere celebrar en soledad.
 Se va a beber por ahí, en cualquier cafetín; pero por todas partes encuentra brasileños llorando.
-Todo fue por Obdulio- dicen, bañados en lágrimas, los que hace unas horas vociferaban en el estadio-. Obdulio nos ganó el partido.
Y Obdulio siente estupor por haberles tenido bronca, ahora que los ve de a uno. 
La victoria empieza a pesarle en el lomo.
 El arruinó la fiesta de esta buena gente, y le vienen ganas de pedirles perdón por haber cometido la tremenda maldad de ganar.
 De modo que sigue caminando por las calles de Río de Janeiro, de bar en bar. 
Y así amanece, bebiendo, abrazado a los vencidos.
EDUARDO GALEANO
( Memoria del fuego)

11.1.16

"Los colores"

Eran blancas las plumas de los pájaros y blanca la piel de los animales.
Azules son, ahora, los que se bañaron en un lago donde no desembocaba ningún río, ni ningún río nacía.
Rojos, los que se sumergieron en el lago de la sangre derramada por un niño de la tribu Kadiueu.
 Tienen el color de la tierra los que se revolcaron en el barro, y el de la ceniza los que buscaron calor en los fogones apagados.
 Verdes son los que frotaron sus cuerpos en el follaje y blancos los que se quedaron quietos.
EDUARDO GALEANO
(del libro Memorias del fuego)

"El mundo."

Un hombre del pueblo Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo.
A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana.
 Y dijo que somos un mar de fueguitos.
El mundo es eso- reveló-. Un montón de gente, un mar de fueguitos.
Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. 
No hay dos fuegos iguales.
 Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. 
Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas.
Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.
EDUARDO GALEANO
(El libro de los abrazos)