10.3.23

" Egipcias."

 Heródoto (Heródotos) , venido de Grecia, comprobó que el río y el cielo de Egipto

 no se parecían a ningún otro río ni a ningún otro cielo,

 y lo mismo ocurría con las costumbres.

 Gente rara, los egipcios: amasaban la harina con los pies y el barro con las manos, 

y momificaban a sus gatos muertos y los guardaban en cámaras sagradas.

 Pero lo que más llamaba la atención era el lugar que las mujeres

 ocupaban entre los hombres.

 Ellas, fueran nobles o plebeyas, se casaban libremente 

y sin renunciar a sus nombres ni a sus bienes.

 La educación, la propiedad, el trabajo y la herencia eran derechos de ellas,

 y no sólo de ellos, y eran ellas quienes hacían las compras

 en el mercado mientras ellos estaban tejiendo en casa. 

Según Heródoto, que era bastante "inventón", 

ellas meaban de pie y ellos, de rodillas.


EDUARDO  GALEANO.

De : " Espejos. Una historia casi universal".

9.3.23

" Si él hubiera nacido mujer..."

De los dieciséis hermanos de Benjamin Franklin, Jane es la que más se le parece en talento y fuerza de voluntad.
 Pero a la edad en que Benjamín se marchó de casa para abrirse camino, Jane se casó con un talabartero pobre, que la aceptó sin dote, y diez meses después dio a luz su primer hijo.
 Desde entonces, durante un cuarto de siglo, Jane tuvo un hijo cada dos años. 
Algunos niños murieron, y cada muerte le abrió un tajo en el pecho.
 Los que vivieron exigieron comida, abrigo, instrucción y consuelo.
 Jane pasó noches en vela acunando a los que lloraban, lavó montañas de ropa, bañó montoneras de niños, corrió del mercado a la cocina, enseñó abecedarios y oficios, trabajó codo a codo con su marido en un taller y atendió huéspedes cuyo alquiler ayudaba a llenar la olla.
 Jane fue esposa devota y viuda ejemplar; y cuando ya estuvieron los hijos crecidos, se hizo cargo de sus propios padres achacosos y de hijas solteronas y de nietos sin amparo.
Jane jamás conoció el placer de dejarse flotar en un lago, llevada a la deriva por un hilo de cometa como suele hacer Benjamín a pesar de sus años. 
Jane nunca tuvo tiempo de pensar, ni se permitió dudar. 
Benjamín sigue siendo un amante fervoroso, pero Jane ignora que el sexo puede producir más que hijos.
Benjamín, fundador de una nación de inventores, es un gran hombre de todos los tiempo.
 Jane es una mujer de su tiempo, igual a casi todas las mujeres de todos los tiempo que han cumplido su deber en la tierra y ha expiado su parte de culpa en la maldición bíblica.
 Ella ha hecho lo posible por no volverse loca y ha buscado, en vano, un poco de silencio. 
Su caso carecerá de interés para los historiadores.

Eduardo Galeano