"Me firmo Galeano, que es mi apellido materno, desde los tiempos en que empecé a escribir.
Esto ocurrió cuando yo tenía diecinueve años, o quizá apenas unos días,
porque llamarme así fue una manera de nacer de nuevo.
Antes, cuando era un chiquilín y publicaba dibujos, los firmaba Gius,
por la difícil pronunciación española de mi apellido paterno.
(Hughes se llamaba mi tatarabuelo galés, que a los quince años
se echó a la mar en el puerto de Liverpool y llegó al Caribe, a Santo Domingo,
y tiempo después a Río de Janeiro, y finalmente a Montevideo.
Allí arrojó su anillo de masón al arroyo Miguelete, y en los campos de Paysandú
clavó las primeras alambradas y se hizo dueño de tierras y gentes,
y hace más de un siglo murió, mientras traducía al inglés el Martín Fierro.)
A lo largo de los años he escuchado las más diversas versiones
sobre este asuntito de mi nombre elegido.
La versión más necia, que ofende a la inteligencia,
me atribuye una intención antiimperialista.
La versión más cómica supone fines de conspiración o contrabando.
Y la versión más jodida me convierte
en la oveja roja de mi familia: me inventa un padre enemigo y oligárquico,
en lugar del padre ideal que tengo,
que es un tipo macanudo que siempre se ha ganado la vida con su trabajo
o con la buena suerte que tiene en la quiniela.
El pintor japonés Hokusai cambió de nombre sesenta veces
para celebrar sus sesenta nacimientos.
En el Uruguay, país formal,
lo hubieran enjaulado por loco o alevoso simulador de identidad."
EDUARDO GALEANO