" Caminó a través del parque.
En la esquina de la iglesia, se metió en un callejón.
Y entonces, por fin, los encontró.
Uno de los gemelos estaba sentado en el suelo, de espaldas contra un muro.
Sobre sus rodillas, yacía el otro, bañado en sangre; y a los pies, en cruz, estaban los dos fusiles.
Julio se acercó, quizá dijo algo.
El gemelo que vivía no dijo nada, ni se movió: estaba allí, pero no estaba.
Sus ojos, que no pestañaban, miraban sin ver, perdidos en alguna parte, en ninguna parte:
y en esa cara sin lágrimas estaba toda la guerra y estaba todo el dolor.
Julio dejó su fusil en el suelo y empuñó la cámara.
Corrió la película, calculó en un santiamén la luz y la distancia y puso en foco la imagen.
Los hermanos estaban en el centro del visor, inmóviles, perfectamente recortados
contra el muro recién mordido por las balas.
Julio iba a tomar la foto de su vida, pero el dedo no quiso.
Julio lo intentó, volvió a intentarlo, y el dedo no quiso.
Entonces, bajó la cámara, sin apretar el disparador, y se retiró en silencio.
La cámara, una Minolta, murió en otra batalla, ahogada en lluvia, un año después."
EDUARDO GALEANO.


