“Fue leyendo al poeta Constantino Kavafis que un día me dije: ‘qué lindo sería contar la historia de las Américas, de norte a sur, mirando ese universo por el ojo de una cerradura’, dijo Eduardo Galeano.
Unas cien personas, sentadas y de pie, lo escuchaban, en la inauguración de Memoria del fuego, una muestra en homenaje a los 30 años de la edición de Los Nacimientos, el primer libro de la trilogía que se llama, justamente, Memoria del fuego y que cuenta, en textos breves, la historia de América latina.
Acto seguido, Galeano leyó el poema que lo inspiró, que cuenta la historia grande desde la historia chica. Habla de un vendedor ambulante que llega desde su aldea. “‘Incienso, goma, el mejor aceite, perfume para el cabello’, grita el vendedor a lo largo de las calles.” Pero entre el ruido, la música, los desfiles, no lo oyen. Mientras tanto, alguien repite la noticia que corre por la ciudad: “Marco Antonio ha vencido en Grecia”.
Todo esto pasaba en el Museo de Arte Precolombino e Indígena (MAPI), en Montevideo, a tres cuadras del Mercado del Puerto.
Con Galeano estaba el artista argentino Luis Felipe Noé, quien en 2008 realizó una serie de dibujos para una edición especial del libro publicada por Página 12.
En las salas se pusieron a exhibición varias versiones de los distintos relatos de Memoria del fuego. También los dibujos del artista argentino y, además, manuscritos, algunos ya con un tono levemente amarillento por el paso del tiempo, con letra muy pequeña, en tinta negra, en los que resaltan párrafos encerrados en marcador rojo, flechas y tachaduras. Muestran el exhaustivo trabajo de edición de Galeano.
En la muestra también hay audios donde el escritor lee fragmentos de la obra, videos, críticas literarias y ediciones en otros idiomas.
Noé fue muy breve. Dijo que no tiene costumbre de ilustrar, “porque seguir un texto no es fácil”. Y que, sin embargo, en el caso de los de Memoria del fuego, no le fue difícil porque “estaba como reconstruyendo visualmente algo que iba entendiendo”. Que el libro estuviera compuesto en textos cortos, dijo, ayudaba “porque eran como cuadros distintos”.
Galeano eligió, para finalizar, leer un relato suyo sobre la vida de Tamara Arce, aquella niña que desapareció al año y medio y que, algo más de 8 años después, gracias a la búsqueda de las abuelas de Plaza de Mayo se reencontró con su madre. “Se miraron al espejo juntas y se rieron y no podían parar de reírse porque eran iguales y tenían los mismos lunares en los mismos lugares…”, leyó Galeano, quien en el MAPI terminó de leer aquel texto, levantando una larga ovación: “…
Y entonces cuando llegó la noche, esa primera noche del reencuentro, Rosa, la madre, bañó a Tamara, la hija, y la enjuagó y la jabonó y la enjuagó y una vez y otra y la bañó una vez y otra y otra y no podían sacarle el olor, un olor espeso, como dulzón y Rosa sabía que conocía ese olor pero no podía ubicarlo no sabía por
qué no había jabón que lo quitara y entonces, de pronto, Rosa recordó que ese era el olor de los bebes cuando acaban de mamar.
Rosa no podía explicárselo, pero Tamara, la hija, tenía nueve años y olía a recién nacida”.
Fuente : Revista Ñ - Clarín -
Fecha : 10/07/2012.