El tigre azul y otros artículos, del inolvidable escritor uruguayo Eduardo Galeano
(1940-2015),
no debiera circunscribirse tan sólo a una compilación de sus artículos publicados
entre 1976 y 1990, dedicados a la “América Nuestra”
–y que van desde la criminal campaña de la conquista y colonización hispana
en nuestras tierras, hasta temas donde aborda su literatura, historia y cultura
en general y otros más contemporáneos–
sino también a su representatividad como mensaje latinoamericanista
de unidad y solidaridad.
Inspirada en una leyenda guaraní, El tigre azul anuncia
que “el mundo debe renacer cuando ese tigre,
que duerme debajo de la hamaca del Padre Primero,
se desate y rompa este universo para que otro nuevo
retoñe de sus cenizas”,
además de rememorar aquel párrafo de nuestro Héroe Nacional
José Martí en su ensayo Nuestra América, cuando afirmaba:
“(…) La colonia viviendo en la república; y nuestra América
se está salvando de sus grandes yerros
por la virtud superior, abonada con sangre
necesaria de la república que lucha contra la colonia”.
¿De qué forma enfoca y trasciende su discurso escritural
–en ocasiones, con altos ingredientes de ironía y de fino humor–,
literario, histórico, político (y hasta poético) ese escritor uruguayo,
de pensamiento “de extraordinaria valía”,
de espíritu integrador y transformador de la realidad
latinoamericana actual y de un mundo que,
como bien dijese, “está patas arriba”?
Analicemos algunos párrafos de esta excelente obra.
La cultura popular reside en las tradiciones típicas: “(…)
Desde el punto de vista de la ideología dominante,
el folclor es una cosa simpática y menor, pero la simpatía
paternalista se desenmascara y revela su puro
y simple desprecio cuando la “artesanía” invade
el sacro espacio del “arte”.
Las divisas que el turismo deja sobran para pagar
cualquier impuesto a la mala conciencia.
Una memoria embalsamada e identidad de cartón decoran
y a nadie ofenden (…).
¿Pero por qué el Popol Vuh, el libro sagrado de los mayas,
continúa vivo más allá de las bibliotecas de los historiadores
y antropólogos?
Construida a lo largo de los tiempos antiguos por el pueblo maya-quiché,
esta gran obra anónima y colectiva
no solamente sigue siendo una de las cumbres literarias
de América Latina;
para la gran mayoría indígena de la sociedad guatemalteca
es también una herramienta hermosa y de buen filo,
porque los mitos que contiene siguen vivos en la memoria
y en la boca del pueblo que los creó.
Al cabo de cuatro siglos y medio de humillación,
ese pueblo sigue sufriendo una vida de bestia de carga.
Los mitos sagrados, que anuncian el tiempo de la pelea
y el castigo de los soberbios y los codiciosos,
recuerdan a los indios de Guatemala que son personas
y que tienen una historia mucho más larga
que la sociedad que los usa y los desprecia,
y es por eso que nacen de nuevo cada día”.
La literatura política trata temas políticos;
la literatura social, temas sociales: “(…)
Pero, ¿acaso existe alguna obra literaria que no sea política y social?
Sociales son todas, porque pertenecen a la sociedad humana;
y políticas también son todas,
en la medida en que la palabra impresa implica siempre
–lo quiera o no su autor, lo sepa o no–,
una participación en la vida política”.
Acerca del exilio, entre la nostalgia y la creación:
“(…) Crisis de identidad, angustias del desarraigo,
fantasmas que acosan, que acusan:
el exilio plantea dudas y problemas que no necesariamente
conoce quien vive lejos por elección.
El desterrado no puede volver al propio país
o al país elegido como propio.
Cuando uno es arrojado a tierras extranjeras,
queda muy a la intemperie el alma
y se pierden los habituales marcos de referencia y amparo.
La distancia crece cuando es inevitable”.
Por cultura se entiende la producción
y el consumo de libros y otras obras de arte:
“(…) En la mayoría de las veces, esta definición no osa
decirse; pero implícita existe por todas partes.
Se queda, creo, muy corta.
En primer lugar, porque excluye a la ciencia,
todo el inmenso espacio del conocimiento científico
que integra la cultura y que es sistemáticamente negado
por los intelectuales consagrados a las artes.
Además, porque reduce la cultura a términos de industria,
una industria de artículos de lujo,
ignorando a la llamada cultura de masas
que es la industria cultural por excelencia,
internacionalmente montada para la captura
de los mercados masivos.
Y por último, pero no menos importante:
esta definición de la cultura hace de cuenta que no existen
las expresiones espontáneas y valiosas de la cultura popular”.
¿A qué convoca en El tigre azul… este inolvidable escritor,
quien estuviese profundamente comprometido con la causa
revolucionaria latinoamericana
y, por ende, con sus raíces culturales y empeños
políticos por el logro de sociedades más justas y humanas?
Confiesa en ella que el acto de escribir lo asume realmente
“para la gente con cuya suerte o mala suerte,
uno se siente identificado,
los malcomidos,
los maldormidos,
los rebeldes
y los humillados de esta tierra,
y la mayoría de ellos no saben leer”,
y contra una industria restrictiva y dependiente
de un gran patrón (norteño), dirigidas por políticos tradicionales,
“expertos en las artes de la seducción y la estafa”,
expertos también en la manipulación de mentes
a través de medios de comunicación proclives a los intereses
y ambiciones de minorías y a la fabricación de quimeras para las mayorías.
Numerosas alertas nos hace; alertas siempre latentes,
como esta que goza de absoluta lucidez
para la historia socio-cultural de cualquier país: “(…)
Las clases y los países dominantes recurren a la maquinaria represiva.
¿De qué otra manera podría sobrevivir sin cambios
un sistema social cada vez más parecido a un campo de concentración?
(…) Quienes queremos trabajar por una literatura que ayude
a revelar la voz de los que no la tienen,
¿cómo podemos actuar sobre esta realidad?
Las nuestras son repúblicas del silencio.
La pequeña libertad del escritor,
¿no es a veces la prueba de su fracaso?
¿Hasta dónde y hasta quiénes podemos llegar?”.
Estas, entre otras muchas, son algunas de las interrogantes
que realiza Galeano en este título.
Interrogantes abarcadores que continúan gravitando
en la realidad creativa de infinidad de escritores y artistas
del contexto latinoamericano y caribeño,
y que continuarán emergiendo como aspiración concreta
por el logro de la unidad de la América bolivariana y martiana.