16.9.16

“Memoria del fuego”.

"Creo que al menos no fue un fracaso, que valió la pena. 
Me llevó diez años de trabajo y en total mil páginas que abarcan toda la historia de América vista desde el ojo de la cerradura.
 Mejor dicho, la historia grande vista desde las historias chiquitas. 
Ese libro fue el que me abrió el camino que después desarrollé en Patas arriba , 
Bocas del tiempo , Espejos .
 Un camino en el que tengo la certeza de que el internacionalismo vale la pena. 
No la globalización, porque se confunde cada vez más con
 la dictadura universal del dinero, pero sí el internacionalismo
 en el sentido de que puedo ser compatriota
 de otra gente nacida en otro suelo muy distante del mío
 y  puedo ser contemporáneo de gente nacida en tiempos remotos."
Eduardo Galeano.
- Entrevista / Revista : Ñ -

14.9.16

"Amar la vida."

" Si uno ama de veras la vida es lógico 
que combata lo que se opone a que la vida florezca.
 Sería muy hipócrita que propusiera la vida 
como una fiesta 
sin oponerme a los enemigos de esa fiesta."
Eduardo Galeano.

"La vida."


 "Creo en la condición humana
 y en esa fiesta que puede ser la vida,
 arruinada por los amos del mundo,
 pero que sigue siendo una fiesta posible."

Eduardo Galeano

" Plenitud."


" Ignoramos la plenitud

 de la belleza que nos rodea."

Eduardo Galeano

"Recuperar el arco iris terrestre..." Entrevista - Revista : Ñ.

-El racismo, el machismo, el militarismo... hace tiempo que estos temas se han vuelto obsesivos en su obra .
-Sí, son mis obsesiones, porque el machismo, el racismo, el elitismo, el militarismo y otros ismos nos han ido dejando ciegos de nosotros mismos.

 Ignoramos la plenitud de la belleza que nos rodea.
 Siempre digo lo mismo: tenemos que recuperar el arco iris terrestre, que para mí es lo más importante de todo, porque tiene muchos más fulgores y colores que el arco iris celeste.
 El arco iris terrestre somos tú y yo, somos todos nosotros, los humanitos, un arco iris mutilado por todo esto que hablamos, el machismo, el elitismo o el militarismo, que hoy por hoy se refleja en un hecho muy concreto: el mundo está destinando tres millones de dólares, por minuto, a la industria militar, que es el nombre artístico de la industria de la muerte, mientras que al mismo tiempo, por minuto, mueren de hambre o de alguna enfermedad curable  niños.
-¿Pero no siente que recuperar ese arco iris es como ir a una pelea condenada o pautada de antemano al knock out? 
-No, porque creo en la fe de la condición humana y en esa fiesta que puede ser la vida, arruinada por los amos del mundo, pero que sigue siendo una fiesta posible.

 Por eso todo lo que escribo está impregnado en esa fe en el otro, de lo contrario sería lúgubre, sería pura denuncia.
 Si uno ama de veras la vida es lógico que combata a lo que se opone a que la vida florezca. Sería muy hipócrita que yo propusiera la vida como una fiesta sin oponerme a los enemigos de esa fiesta.
Eduardo Galeano.

13.9.16

Allende.

"Mucho más temprano que tarde, se abrirán de nuevo
 las grandes alamedas por donde pase el hombre libre,
 para construir una sociedad mejor. "

Salvador Allende.


Por Eduardo Galeano
Por valija diplomática llegan los verdes billetes que financian huelgas y sabotajes y cataratas de mentiras.
 Los empresarios paralizan a Chile y le niegan alimentos. No hay más mercado que el mercado negro. Largas colas hace la gente en busca de un paquete de cigarrillos o un kilo de azúcar; conseguir carne o aceite requiere un milagro de la Virgen María Santísima.
La Democracia Cristiana y el diario «El Mercurio» dicen pestes del gobierno y exigen a gritos el cuartelazo redentor, que ya es hora de acabar con esta tiranía roja; les hacen eco otros diarios y revistas y radios y canales de televisión. Al gobierno le cuesta moverse; jueces y parlamentarios le ponen palos en las ruedas, mientras conspiran en los cuarteles los jefes militares que Allende cree leales.
En estos tiempos difíciles, los trabajadores están descubriendo los secretos de la economía. Están aprendiendo que no es imposible producir sin patrones, ni abastecerse sin mercaderes. Pero la multitud obrera marcha sin armas, vacías las manos, por este camino de su libertad. Desde el horizonte vienen unos cuantos buques de guerra de los Estados Unidos, y se exhiben ante las costas chilenas.
 Y el golpe militar, tan anunciado, ocurre.
Le gusta la buena vida. Varias veces ha dicho que no tiene pasta de apóstol ni condiciones para mártir. 
Pero también ha dicho que vale la pena morir por todo aquello sin lo cual no vale la pena vivir.
Los generales alzados le exigen la renuncia. Le ofrecen un avión para que se vaya de Chile. Le advierten que el palacio presidencial será bombardeado por tierra y aire. Junto a un puñado de hombres, Salvador Allende escucha las noticias. Los militares se han apoderado de todo el país. Allende se pone un casco y prepara su fusil. Resuena el estruendo de las primeras bombas. El presidente habla por radio, por última vez: —Yo no voy a renunciar…
Una gran nube negra se eleva desde el palacio en llamas. El presidente Allende muere en su sitio. Los militares matan de a miles por todo Chile. El Registro Civil no anota las defunciones, porque no caben en los libros, pero el general Tomás Opazo Santander afirma que las víctimas no suman más que el 0,01 por 100 de la población, lo que no es un alto costo social, y el director de la CIA, William Colby, explica en Washington que gracias a los fusilamientos Chile está evitando una guerra civil. La señora Pinochet declara que el llanto de las madres redimirá al país. Ocupa el poder, todo el poder, una Junta Militar de cuatro miembros, formados en la Escuela de las Américas en Panamá. Los encabeza el general Augusto Pinochet, profesor de Geopolítica. Suena música marcial sobre un fondo de explosiones y metralla: las radios emiten bandos y proclamas que prometen más sangre, mientras el precio del cobre se multiplica por tres, súbitamente, en el mercado mundial.
El poeta Pablo Neruda, moribundo, pide noticias del terror. De a ratos consigue dormir y dormido delira. La vigilia y el sueño son una única pesadilla. 
Desde que escuchó por radio las palabras de Salvador Allende, su digno adiós, el poeta ha entrado en agonía.