"Las fronteras que se abren mágicamente al paso del dinero, al paso de las mercancías, se cierran al paso de los seres humanos"
El culpómetro indica que el inmigrante viene a robarnos el empleo.
Y el peligrosímetro lo señala con luz roja.
Si el intruso, el venido de afuera, es joven y pobre y no es blanco, está condenado a primera vista por indigencia o inclinación al caos o portación de piel.
Pero si no es joven ni pobre, ni oscuro, de todos modos merece la malvenida porque ha venido a trabajar el doble a cambio de la mitad.
El pánico a la pérdida del empleo es uno de los miedos más poderosos en estos tiempos del mundo gobernado por el miedo.
Y la verdad es que el inmigrante está siempre situado a primera mano, ahí no más, a la vista, a la hora de encontrar culpables del desempleo, de la inseguridad y de otras muchas temibles desgracias.
Antes Europa derramaba sobre el mundo, sobre el mundo entero: soldados, presos, campesinos muertos de hambre... que eran protagonistas de las aventuras coloniales y han pasado a la historia como mensajeros de Dios.
Era la civilización lanzada al rescate de la barbarie.
Ahora el viaje ocurre al revés.
Eso quiere ser la invasión de los invadidos.
Los que llegan o intentan llegar desde el sur al norte son protagonistas de las desventuras coloniales que pasan a la historia como mensajeros del Diablo.
Es la barbarie lanzada al asalto de la civilización."
Eduardo Galeano