16.2.17

El arte oficial en Argentina .


25 de mayo de 1810: llueve en Buenos Aires. Bajo los paraguas, hay una
multitud de sombreros de copa. Se reparten escarapelas celestes y blancas.
Reunidos en la que hoy se llama Plaza de Mayo, los señores de levita claman
que viva la patria y exigen que se vaya el virrey.
En la realidad real, no maquillada por las litografías escolares, no hubo
sombreros de copa, ni escarapelas, ni levitas, y parece que ni siquiera hubo
lluvia ni paraguas.
 Hubo un coro de gente reclutada para apoyar, desde afuera,
a los pocos que dentro del Cabildo discutían la independencia.
Esos pocos, tenderos, contrabandistas, ilustrados doctores y jefes militares,
fueron los próceres que dieron nombre a las avenidas y a las calles principales.
No bien declararon la independencia, implantaron el comercio libre.
Así el puerto de Buenos Aires asesinó en el huevo a la industria nacional,
que estaba naciendo en las hilanderías, tejedurías, destilerías, talabarterías y
demás talleres artesanales de Córdoba, Catamarca, Tucumán, Santiago del
Estero, Corrientes, Salta, Mendoza, San Juan...
Pocos años después, el canciller británico George Canning brindó
celebrando la libertad de las colonias españolas en América:
—Hispanoamérica es inglesa —comprobó, alzando la copa.
Inglesas eran hasta las piedras de las veredas.

 Eduardo Galeano.
Fuente: "Espejos, una historia casi universal"

Peligro en las cárceles


En 1998, la Dirección Nacional del Régimen Penitenciario de la República 
de Bolivia recibió una carta firmada por todos los presos de una cárcel del valle 
de Cochabamba. 
Los presos pedían a las autoridades que tuvieran a bien elevar la altura del 
muro de la prisión, porque los vecinos lo saltaban fácilmente y les robaban la 
ropa que ellos colgaban a secar en el patio. 
Como no había presupuesto disponible, no hubo respuesta. 
Y como no 
hubo respuesta, los presos no tuvieron más remedio que poner manos a la obra. 
Y alzaron bien alto el muro, con ladrillos de barro y paja, para protegerse de los 
ciudadanos que vivían en los alrededores de la prisión. 

Eduardo Galeano

15.2.17

" Entre el miedo y el pánico."


Entre una punta y la otra, el medio.

 Entre los que viven prisioneros del desamparo y los que viven
 prisioneros de la opulencia, están los niños que tienen bastante más que nada, pero mucho menos
 que todo.

 Cada vez son menos libres los niños de clase media. 

Les confisca la libertad, día tras día,
 la sociedad que sacraliza el orden mientras genera el desorden.


 En estos tiempos de inestabilidad
 social, cuando se concentra la riqueza y la pobreza se difunde a ritmo implacable, ¿quién no
 siente que el piso cruje bajo los pies?


 La clase media vive en estado de impostura, simulando
 tener más que lo que tiene, pero nunca le ha resultado tan difícil cumplir con esta abnegada
tradición.


 Está, hoy por hoy, paralizada por el pánico: el pánico de perder el trabajo, el auto, la casa,
 las cosas, y el pánico de no llegar a tener lo que se debe tener para llegar a ser. 


Nadie podrá
reprocharle mala conducta.


 La sufrida clase media sigue creyendo en la experiencia como aprendizaje
 de la obediencia, y con frecuencia defiende todavía al orden establecido como si fuera su dueña,
aunque no es más que una inquilina del orden, más que nunca agobiada por el precio del alquiler
 y el pánico al desalojo.

En el pánico, pánico de vivir, pánico de caer, cría a sus hijos. Atrapados en las trampas del
 pánico, los niños de clase media están cada vez más condenados a la humillación del encierro
perpetuo. 


En la ciudad del futuro, que ya está siendo presente, los teleniños, vigilados por niñeras
 electrónicas, contemplarán la calle desde el balcón o la ventana: la calle prohibida por la violencia,
o por el pánico a la violencia; la calle donde ocurre el siempre peligroso, y a veces prodigioso,
espectáculo de la vida.

Eduardo Galeano

13.2.17

La sal de esta tierra .


En 1947, la India se convirtió en país independiente. 
Entonces cambiaron de opinión los grandes diarios hindúes, escritos en 
inglés, que se habían burlado de Mahatma Gandhi, personajito ridículo, cuando 
lanzó, en 1930, la marcha de la sal. 
El imperio británico había alzado una muralla de troncos de cuatro mil 
seiscientos kilómetros de largo, entre el Himalaya y la costa de Orissa, para 
impedir el paso de la sal de esta tierra. La libre competencia prohibía la libertad: 
la India no era libre de consumir su propia sal, aunque era mejor y más barata 
que la sal importada desde Liverpool. 
A la larga, la muralla envejeció y murió. Pero la prohibición continuó, y 
contra ella lanzó su marcha un hombre chiquito, huesudo, miope, que andaba 
medio desnudo y caminaba apoyado en un bastón de bambú. 
A la cabeza de unos pocos peregrinos, Mahatma Gandhi inició una 
caminata hacia la mar. Al cabo de un mes, tras mucho andar, una multitud lo 
acompañaba. Cuando llegaron a la playa, cada uno recogió un puñado de sal. 
Así, cada uno violó la ley. Era la desobediencia civil contra el imperio británico. 
Unos cuantos desobedientes cayeron ametrallados y más de cien mil 
marcharon presos. 
Presa estaba, también, su nación. 
Diecisiete años después, la desobediencia la liberó. 

Eduardo Galeano

Los derechos civiles en el fútbol .


El pasto crecía en los estadios vacíos. 
Pie de obra en pie de lucha: los jugadores uruguayos, esclavos de sus 
clubes, simplemente exigían que los dirigentes reconocieran que su sindicato 
existía y tenía el derecho de existir. La causa era tan escandalosamente justa que 
la gente apoyó a los huelguistas, aunque el tiempo pasaba y cada domingo sin 
fútbol era un insoportable bostezo. 
Los dirigentes no daban el brazo a torcer, y sentados esperaban la rendición 
por hambre. Pero los jugadores no aflojaban. Mucho los ayudó el ejemplo de un 
hombre de frente alta y pocas palabras, que se crecía en el castigo y levantaba a 
los caídos y empujaba a los cansados: Obdulio Varela, negro, casi analfabeto, 
jugador de fútbol y peón de albañil. 
Y así, al cabo de siete meses, los jugadores uruguayos ganaron la huelga de 
las piernas cruzadas. 
Un año después, también ganaron el campeonato mundial de fútbol. 
Brasil, el dueño de casa, era el favorito indiscutible. Venía de golear a 
España 6 a 1 y 7 a 1 a Suecia. Por veredicto del destino, Uruguay iba a ser la 
víctima sacrificada en sus altares en la ceremonia final. Y así estaba ocurriendo, 
y Uruguay iba perdiendo, y doscientas mil personas rugían en las tribunas, 
cuando Obdulio, que estaba jugando con un tobillo inflamado, apretó los 
dientes. Y el que había sido capitán de la huelga fue entonces capitán de una 
victoria imposible. 

Eduardo Galeano.

Muchas veces murió la esclavitud



Consulte cualquier enciclopedia. Pregunte cuál fue el primer país que 
abolió la esclavitud. La enciclopedia responderá: Inglaterra. 
Es verdad que un buen día cambió de opinión el imperio británico, 
campeón mundial del tráfico negrero, cuando haciendo números advirtió que 
ya no era tan rentable la venta de carne humana. Pero Londres descubrió que la 
esclavitud era mala en 1807, y tan poco convincente resultó la noticia, que 
treinta años después tuvo que repetirla dos veces. 
También es verdad que la revolución francesa había liberado a los esclavos 
de las colonias, pero el decreto libertador, que se llamó inmortal, murió poco 
después, asesinado por Napoleón Bonaparte. 
El primer país libre, de veras libre, fue Haití. Abolió la esclavitud tres años 
antes que Inglaterra, en una noche iluminada por el sol de las hogueras, 
mientras celebraba su recién ganada independencia y recuperaba su olvidado 
nombre indígena. 

Eduardo Galeano.

Tu futuro te condena .



Siglos antes de que naciera la cocaína, ya la coca fue hoja del Diablo. 
Como los indios andinos la mascaban en sus ceremonias paganas, la Iglesia 
incluyó la coca entre las idolatrías a extirpar. Pero las plantaciones, lejos de 
desaparecer, se multiplicaron por cincuenta desde que se descubrió que la coca 
era imprescindible. Ella enmascaraba la extenuación y el hambre de la multitud 
de indios que arrancaban plata a las tripas del Cerro Rico de Potosí. 
Algún tiempo después, también los señores de la colonia se acostumbraron 
a la coca. Convertida en té, curaba indigestiones y resfríos, aliviaba dolores, 
daba bríos y evitaba el mal de altura. 
Hoy en día, la coca sigue siendo sagrada para los indios de los Andes y 
buen remedio para cualquiera. Pero los aviones exterminan los plantíos, para 
que la coca no se convierta en cocaína. 
Sin embargo, los automóviles matan mucha más gente que la cocaína y a 
nadie se le ocurre prohibir la rueda. 

Eduardo Galeano.

Artigas.

" La causa de los pueblos no admite demoras."
José G. Artigas.


"Domingo Faustino Sarmiento odió a José Artigas. A nadie odió tanto. 
Traidor a su raza, lo llamó, y era verdad. Siendo blanco y de ojos claros, 
Artigas se batió junto a los gauchos mestizos y a los negros y a los indios.
 Y fue 
vencido y marchó al exilio y murió en la soledad y el olvido. 
Sarmiento también era traidor a su raza. No hay más que ver sus retratos. 
En guerra contra el espejo, predicó y practicó el exterminio de los argentinos de 
piel oscura, para sustituirlos por europeos blancos y de ojos claros.
 Y fue 
presidente de su país y egregio prócer, gloria y loor, héroe inmortal. "

Eduardo Galeano

"Economía esclavista".


 “ En América latina hay  una economía esclavista que se hace la posmoderna: paga salarios africanos, cobra precios europeos, y la injusticia y la violencia son las mercancías que producen con más alta eficiencia.” 
 “Nunca nadie en la historia de América latina ha sido obligado a devolver el dinero que robó”.
 “Los políticos sin escrúpulos no hacen más que actuar de acuerdo con las reglas de juego de un sistema donde el éxito justifica los medios que lo hacen posible, por sucios que sean”.

Eduardo Galeano

" Consecuencias de los crímenes contra la naturaleza."

" La humanidad entera paga las consecuencias de la ruina de la tierra, la intoxicación del aire, el envenenamiento del agua, el enloquecimiento del clima y la dilapidación de los bienes mortales que la naturaleza otorga.
 Es el veinticinco por ciento de la humanidad quien comete el setenta y cinco por ciento de los crímenes contra la naturaleza.
   Las empresas más exitosas del mundo son también las más eficaces contra el mundo.
 Los gigantes del petróleo, los aprendices de brujo de la energía nuclear y de la biotecnología, y las grandes corporaciones que fabrican armas, acero, aluminio, automóviles, plaguicidas, plásticos y mil otros productos, suelen derramar lágrimas de cocodrilo por lo mucho que la naturaleza sufre.”

Eduardo Galeano

" Efectos de la globalización".


“En Brasil, la energía y la mano de obra son baratas y el medio ambiente sufre, en silencio, el feroz impacto de esta industria sucia.
 Para dar electricidad al aluminio, Brasil ha inundado gigantescas extensiones del bosque tropical.
 Ninguna estadística registra el costo ecológico de este sacrificio.
 Al fin y al cabo, es costumbre: otros muchos sacrificios sufre la floresta amazónica, mutilada día tras día, año tras año, al servicio de las empresas madereras, ganaderas y mineras.” 
 “En Taiwán, un tercio del arroz no se puede comer, porque está envenenado de mercurio, arsénico o cadmio; en Corea del Sur, sólo se puede beber agua de la tercera parte de los ríos. Ya no hay peces comestibles en la mitad de los ríos de China. En una carta, un niño chileno retrató así a su país: «Salen barcos llenos de árboles y llegan barcos llenos de autos»”.
 La degradación ambiental continúa."

Eduardo Galeano

Retrato de familia en Argentina .

"Cuando se me presentó, me dijo:- ´Soy la Piri Lugones, la hija del torturador Lugones`. 
Así de simple.
 Quedé conmocionado, lo único que faltaba era que agregase: ´sí, del inventor de la picana eléctrica`.
 Los torturadores y los genocidas no se dan cuenta que sus hijos pueden llevar el dolor de la vergüenza para toda la vida”. 
Osvaldo Bayer.



El poeta argentino Leopoldo Lugones proclamó: 
—¡Ha sonado, para bien del mundo, la hora de la espada! 
Y así aplaudió, en 1930, el golpe de estado que instauró una dictadura 
militar. 
Al servicio de esa dictadura, el hijo del poeta, el comisario Polo Lugones, 
inventó la picana eléctrica y otros convincentes instrumentos que él ensayaba en 
los cuerpos de los desobedientes. 
Cuarenta y pico de años después, una desobediente llamada Pirí Lugones, 
nieta del poeta, hija del comisario, sufrió en carne propia los inventos de su 
papá, en las cámaras de torturas de otra dictadura. 
Esa dictadura desapareció a treinta mil argentinos. 
Entre ellos, ella. 

Eduardo Galeano.