11.3.22

" Harriet."

Ocurre a mediados del siglo diecinueve.
Se fuga. Harriet Tubman se lleva de recuerdo las cicatrices en la espalda y una hendidura en el cráneo.

Al marido no se lo lleva. Él prefiere seguir siendo esclavo y padre de esclavos:

—Estás loca –le dice–. Podrás escaparte, pero no podrás contarlo.

Ella se escapa, lo cuenta, regresa, se lleva a sus padres, vuelve a regresar y se lleva a sus hermanos. Y hace diecinueve viajes desde las plantaciones del sur hasta las tierras del norte, y atravesando la noche, de noche en noche, libera a más de trescientos negros.
Ninguno de sus fugitivos ha sido capturado. Dicen que Harriet resuelve con un tiro los agotamientos y los arrepentimientos que ocurren a medio camino. Y dicen que ella dice:

—A mí no se me pierde ningún pasajero.

Es la cabeza más cara de su tiempo.

 Cuarenta mil dólares fuertes se ofrecen en recompensa.

Nadie los cobra.

Sus disfraces de teatro la hacen irreconocible y ningún cazador puede competir con su maestría en el arte de despistar pistas y de inventar caminos.

 EDUARDO  GALEANO.

9.3.22

" Marías."

Obra de Ivanov Alexander Andreevich


En los evangelios, María aparece poco.

La Iglesia tampoco le prestó mayor atención, hasta hace cosa de mil años. Entonces la madre de Jesús fue consagrada madre de la humanidad y símbolo de la pureza de la fe. En el siglo once, mientras la Iglesia inventaba el Purgatorio y la confesión obligatoria, brotaron en Francia ochenta iglesias y catedrales en homenaje a María.

El prestigio provenía de la virginidad. María, alimentada por los ángeles, embarazada por una paloma, jamás había sido tocada por mano de hombre. El marido, san José, la saludaba de lejos. Y más sagrada fue a partir de 1854, cuando el papa Pío IX, el infalible, reveló que María había sido sin pecado concebida, lo que traducido significaba que también era virgen la mamá de la Virgen.

María es, hoy por hoy, la divinidad más adorada y milagrera del mundo. Eva había condenado a las mujeres. María las redime. Gracias a ella, las pecadoras, hijas de Eva, tienen la oportunidad de arrepentirse.

Y eso fue lo que pasó con la otra María, la que figura en las estampitas, al pie de la santa cruz, junto a la inmaculada.

Según la tradición, esa otra María, María Magdalena, era puta y se hizo santa.

Los creyentes la humillaron perdonándola.

EDUARDO  GALEANO.

De: " Mujeres".

" Olympia."

Son femeninos los símbolos de la revolución francesa, mujeres de mármol o bronce, poderosas tetas desnudas, gorros frigios, banderas al viento.
Pero la revolución proclamó la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, y cuando la militante revolucionaria Olympia de Gouges propuso la Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, la guillotina le cortó la cabeza.

Al pie del cadalso, Olympia preguntó:

—Si las mujeres estamos capacitadas para subir a la guillotina, ¿por qué no podemos subir a las tribunas públicas?

No podían. No podían hablar, no podían votar.

Las compañeras de lucha de Olympia de Gouges fueron encerradas en el manicomio. Y poco después de su ejecución, fue el turno de Manon Roland. Manon era la esposa del ministro del Interior, pero ni eso la salvó. La condenaron por “su antinatural tendencia a la actividad política”. Ella había traicionado su naturaleza femenina, hecha para cuidar el hogar y parir hijos valientes, y había cometido la mortal insolencia de meter la nariz en los masculinos asuntos de Estado.
Y la guillotina volvió a caer.

EDUARDO  GALEANO.
De: "  Mujeres".