28.7.22

"Elogio del sentido común."

 Nos reúne, en la mañana de hoy, la búsqueda de áreas de cooperación y de encuentro en este mundo enfermo de desvínculos.

 ¿Dónde podremos encontrar un gran espacio todavía abierto al diálogo y al trabajo compartido?

 ¿No podríamos empezar por buscarlo en el sentido común?

 ¿El cada vez más raro sentido común?

Los gastos militares, pongamos por caso. El mundo está destinando 2.200 millones de dólares por día a la producción de muerte. O sea: el mundo consagra esa astronómica fortuna a promover cacerías donde el cazador y la presa son de la misma especie, y donde más éxito tiene quien más prójimos mata. Nueve días de gastos militares alcanzarían para dar comida, escuela y remedios a todos los niños que no tienen. A primera vista, esto traiciona el sentido común. ¿Y a segunda vista? La versión oficial justifica este derroche por la guerra contra el terrorismo. Pero el sentido común nos dice que el terrorismo está de lo más agradecido. Y a la vista está que las guerras en Afganistán y en Irak le han regalado sus más poderosas vitaminas. Las guerras son actos de terrorismo de Estado, y el terrorismo de Estado y el terrorismo privado se alimentan mutuamente.

 EDUARDO  GALEANO.

Artículo publicado en julio de 2016.

Gaza.

 Para justificarse, el terrorismo de Estado fabrica terroristas: siembra odio y cosecha coartadas. Todo indica que esta carnicería de Gaza, que según sus autores quiere acabar con los terroristas, logrará multiplicarlos.

Desde 1948, los palestinos viven condenados a humillación perpetua. No pueden ni respirar sin permiso. Han perdido su patria, sus tierras, su agua, su libertad, su todo. Ni siquiera tienen derecho a elegir sus gobernantes. Cuando votan a quien no deben votar, son castigados. Gaza está siendo castigada. Se convirtió en una ratonera sin salida, desde que Hamas ganó limpiamente las elecciones en el año 2006. Algo parecido había ocurrido en 1932, cuando el Partido Comunista triunfó en las elecciones de El Salvador. Bañados en sangre, los salvadoreños expiaron su mala conducta y desde entonces vivieron sometidos a dictaduras militares. La democracia es un lujo que no todos merecen.

Son hijos de la impotencia los cohetes caseros que los militantes de Hamas, acorralados en Gaza, disparan con chambona puntería sobre las tierras que habían sido palestinas y que la ocupación israelí usurpó. Y la desesperación, a la orilla de la locura suicida, es la madre de las bravatas que niegan el derecho a la existencia de Israel, gritos sin ninguna eficacia, mientras la muy eficaz guerra de exterminio está negando, desde hace años, el derecho a la existencia de Palestina. Ya poca Palestina queda. Paso a paso, Israel la está borrando del mapa.

Los colonos invaden, y tras ellos los soldados van corrigiendo la frontera. Las balas sacralizan el despojo, en legítima defensa. No hay guerra agresiva que no diga ser guerra defensiva. Hitler invadió Polonia para evitar que Polonia invadiera Alemania. Bush invadió Irak para evitar que Irak invadiera el mundo. En cada una de sus guerras defensivas, Israel se ha tragado otro pedazo de Palestina, y los almuerzos siguen. La devoración se justifica por los títulos de propiedad que la Biblia otorgó, por los dos mil años de persecución que el pueblo judío sufrió, y por el pánico que generan los palestinos al acecho.

Israel es el país que jamás cumple las recomendaciones ni las resoluciones de las Naciones Unidas, el que nunca acata las sentencias de los tribunales internacionales, el que se burla de las leyes internacionales, y es también el único país que ha legalizado la tortura de prisioneros. ¿Quién le regaló el derecho de negar todos los derechos? ¿De dónde viene la impunidad con que Israel está ejecutando la matanza de Gaza? El gobierno español no hubiera podido bombardear impunemente al País Vasco para acabar con ETA, ni el gobierno británico hubiera podido arrasar Irlanda para liquidar a IRA. ¿Acaso la tragedia del Holocausto implica una póliza de eterna impunidad? ¿O esa luz verde proviene de la potencia mandamás que tiene en Israel al más incondicional de sus vasallos?

El ejército israelí, el más moderno y sofisticado del mundo, sabe a quién mata. No mata por error. Mata por horror. Las víctimas civiles se llaman daños colaterales, según el diccionario de otras guerras imperiales. En Gaza, de cada diez daños colaterales, tres son niños. Y suman miles los mutilados, víctimas de la tecnología del descuartizamiento humano, que la industria militar está ensayando exitosamente en esta operación de limpieza étnica.

Y como siempre, siempre lo mismo: en Gaza, cien a uno. Por cada cien palestinos muertos, un israelí.

Gente peligrosa, advierte el otro bombardeo, a cargo de los medios masivos de manipulación, que nos invitan a creer que una vida israelí vale tanto como cien vidas palestinas. Y esos medios también nos invitan a creer que son humanitarias las doscientas bombas atómicas de Israel, y que una potencia nuclear llamada Irán fue la que aniquiló Hiroshima y Nagasaki.

La llamada comunidad internacional, ¿existe? ¿Es algo más que un club de mercaderes, banqueros y guerreros? ¿Es algo más que el nombre artístico que los Estados Unidos se ponen cuando hacen teatro?

Ante la tragedia de Gaza, la hipocresía mundial se luce una vez más. Como siempre, la indiferencia, los discursos vacíos, las declaraciones huecas, las declamaciones altisonantes, las posturas ambiguas, rinden tributo a la sagrada impunidad.

Ante la tragedia de Gaza, los países árabes se lavan las manos. Como siempre. Y como siempre, los países europeos se frotan las manos.

La vieja Europa, tan capaz de belleza y de perversidad, derrama alguna que otra lágrima mientras secretamente celebra esta jugada maestra. Porque la cacería de judíos fue siempre una costumbre europea, pero desde hace medio siglo esa deuda histórica está siendo cobrada a los palestinos, que también son semitas y que nunca fueron, ni son, antisemitas. Ellos están pagando, en sangre contante y sonante, una cuenta ajena.

 Eduardo Galeano, 

26.7.22

" Las desapariciones."

"Hoy, todo está igual que cuando el ejército realizó el genocidio patagónico. Por supuesto todo más moderno. La Patagonia está toda vendida. Por ejemplo, los industriales del vestido, los Benetton, han comprado varias estancias, entre ellas la estancia Leleque, la más hermosa en paisaje con cordillera, lagos y bosques. Es una estancia extensísima. Eso no obstó para que el dueño europeo, quien descubrió que en el amplio territorio de su estancia una familia mapuche integrada por un matrimonio y sus dos hijos, estaban viviendo en cuatro hectáreas de su estancia. Esa familia ocupaba desde hacía tiempo inmemorial esa tierra, de la cual no tenían título de propiedad, por supuesto. El europeo, dueño de la estancia, los hizo expulsar del campo por la justicia argentina. La familia mapuche fue expulsada de sus propias tierras. Otros propietarios extranjeros, entre ellos norteamericanos e ingleses, y millonarios que viven en el Caribe, han comprado ya grandes extensiones de terreno en la Patagonia. Entran quienes utilizan las estancias para el placer y su propio turismo. Realidades de la globalización. "

Osvaldo Bayer.


Miles de muertos sin sepultura deambulan por la Pampa argentina.
 Son los desaparecidos de la última dictadura militar.

La dictadura del general Videla aplicó en escala jamás vista la desaparición como arma de guerra. La aplicó, pero no la inventó.
 Un siglo antes, el general Roca había utilizado contra los indios esta obra maestra de la crueldad, que obliga a cada muerto a morir varias veces y que condena a sus queridos a volverse locos persiguiendo su sombra fugitiva.

En Argentina, como en toda América, los indios fueron los primeros desaparecidos. Desaparecieron antes de aparecer.
 El general Roca llamó conquista del desierto a su invasión de las tierras indígenas. La Patagonia era un espacio vacío, un reino de la nada, habitado por nadie.

Y los indios siguieron desapareciendo después.
 Los que se sometieron y renunciaron a la tierra y a todo
 fueron llamados indios reducidos: reducidos hasta desaparecer.
 Y los que no se sometieron y fueron vencidos a balazos y sablazos, 
desaparecieron convertidos en números, muertos sin nombre, 
en los partes militares. 
Y sus hijos desaparecieron también: repartidos como botín de guerra,
 llamados con otros nombres,
 vaciados de memoria,
 esclavitos de los asesinos de sus padres.

EDUARDO  GALEANO

Inseguridad ciudadana .


La democracia griega amaba la libertad, pero vivía de sus prisioneros.
 Los esclavos y las esclavas labraban tierras, abrían caminos, excavaban montañas en busca de plata y de piedras, alzaban casas, tejían ropas, cosían calzados, cocinaban, lavaban, barrían, forjaban lanzas y corazas, azadas y martillos, daban placer en las fiestas y en los burdeles y criaban a los hijos de sus amos.

Un esclavo era más barato que una mula.
 La esclavitud, tema despreciable, rara vez aparecía en la poesía, en el teatro o en las pinturas que decoraban las vasijas y los muros.
 Los filósofos la ignoraban, como no fuera para confirmar que ése era el destino natural de los seres inferiores, y para encender la alarma. Cuidado con ellos, advertía Platón.
 Los esclavos, decía, tienen una inevitable tendencia a odiar a sus amos y sólo una constante vigilancia podrá impedir que nos asesinen a todos.

Y Aristóteles sostenía que el entrenamiento militar de los ciudadanos era imprescindible, por la inseguridad reinante.

EDUARDO GALEANO

25.7.22

“Si las palabras de Galeano están vivas, tal vez él también."Ortiz Cotte . " Nuevas venas"

 “Si las palabras de Galeano están vivas, tal vez él también.

 A lo mejor, se convirtió en palabra misma para reunirse

 con otras palabras inmortales y crear juntos, juntas,

 nuevos párrafos en la historia,

 nuevas estrofas con nuevas gramáticas,

 más libres,

 más subversivas,

 más humanas”.

Ortiz Cotte .

Nuevas venas"

Rasftopolo reflexiona sobre la vigencia del libro de Galeano.


 “El mundo, en general, se parece bastante a un lugar triste. 

En América Latina nuestras venas continúan abiertas porque

 esa ‘estructura internacional del despojo’ de los recursos naturales

 y humanos que, con gran capacidad y rigurosidad analítica

 puso de manifiesto Eduardo, en los tempranos años  setenta,

 continúa; se sostuvo y se agudizó en el tiempo

 vía una herencia colonial muy marcada, 

donde, desconociendo la diversidad que somos, 

cancelamos la posibilidad de una fraternidad que nos una

 y dignifique, de manera de pensar modos de articulación,

 de cohesión, frente a las adversidades, 

los aislamientos y las formas de hegemonía”.

“Las desigualdades se han agudizado en nuestra región; 

panorama que se agravó porque a las diversas estrategias

 de la expoliación de recursos de todo tipo que sufrimos

 se le sumó la experiencia pandémica.

 "Y hoy no sólo lo humano está en riesgo, el planeta, la naturaleza,

 todo lo viviente está en peligro.

 Sin embargo, al mismo tiempo, frente a este panorama lúgubre,

 hay una energía de lo colectivo, de la solidaridad de los pueblos,

 de las sabidurías y resistencias populares que nos levanta 

una y otra vez del barro de la desesperación.

 Y sobran los ejemplos en Ecuador, en Colombia, en Chile,

 aquí en Argentina o en Brasil o en Bolivia.

 Los pueblos siguen resistiendo”.

Alexis Rasftopolo.

Docente e investigador de la UNaM.

“Leer a Galeano es una experiencia dinámica". Leandro Alfredo Rossi.


 En “Las huellas del narrador”, el politólogo argentino

 Leandro Alfredo Rossi se refiere a la radicalidad de la visión

 histórico-política de Galeano. 

“Leer a Galeano es una experiencia dinámica,

 su deseo de conocer para contar y transformar nos concierne,

 nos atrapa y nos abraza.

 En esa fluidez, pasado y presente dialogan incesantemente

 en una dialéctica donde invariablemente aparece el futuro, 

pero también el pasado, como una ‘imagen que relampaguea’,

 que transcurre muy rápidamente y que es necesario recuperar

 para salvar del olvido" .

 "La historia se convierte en un campo de batalla,

 en una zona en disputa, a fin de cuentas, a veces pareciera ser 

una contienda con ‘agonizantes bestias que cuidan el olvido’”.

 Rossi destaca que el autor de Memoria del fuego

 “agita las estructuras,

 conmueve los corazones

 y erosiona los pilares sobre las que fueron construidas

 nuestras subjetividades como latinoamericanos”.