"No se puede prohibir, ni se puede negar
El derecho a vivir, la razón de soñar...
No se puede prohibir, el creer ni el crear,
Ni la tierra excluir, ni la luna ocultar...
No se puede prohibir, ni una pizca de amor,
Ni se puede eludir que retoñe la flor...
Ni del alma el vibrar, ni del pulso el latir,
Ni la vida en su andar... No se puede prohibir.
No se puede prohibir, la elección de pensar
Ni se puede impedir, la tormenta en el mar...
No se puede prohibir, que en un vuelo interior
Un gorrión al partir, busque un cielo mejor...
No se puede prohibir, el impulso vital,
Ni la gota de miel, ni el granito de sal...
Ni las ganas sin par, ni el deseo sin fin
De reír, de llorar, no se puede prohibir.
No se puede prohibir, el color tornasol
De la tarde al morir, en la puesta de sol.
No se puede prohibir, el afán de cantar,
Ni el deber de decir lo que no hay que callar...
Sólo el hombre incapaz de entender, de sentir
Ha logrado, al final, su grandeza prohibir,
Y se niega el sabor y la simple verdad,
De vivir en amor y en total libertad...
Si tuviese el poder de poder decidir...
Dictaría una ley... ¡Es prohibido prohibir!"
Eladia Blázquez.
"El conocimiento es pecado.
Adán y Eva comieron los frutos de ese árbol; y así les fue.
Algún tiempo después, Nicolás Copérnico, Giordano Bruno y Galileo Galilei sufrieron castigo por haber comprobado que la tierra gira alrededor del sol.
Copérnico no se atrevió a publicar la escandalosa revelación, hasta que sintió que la muerte estaba cerca. La Iglesia Católica incluyó su obra en el Índex de los libros prohibidos.
Bruno, poeta errante, divulgó por los caminos la herejía de Copérnico: el mundo no era el centro del universo, sino apenas uno de los astros del sistema solar.
La Santa Inquisición lo encerró ocho años en un calabozo.
Varias veces le ofreció el arrepentimiento, y varias veces Bruno se negó.
Por fin este cabeza dura fue quemado, ante un gentío, en el mercado romano de Campo dei Fiori.
Mientras ardía, le acercaron un crucifijo a los labios.
Él volvió la cara.
Unos años después, explorando los cielos con los treinta y dos lentes de aumento de su telescopio,
Galileo confirmó que el condenado tenía razón.
Fue preso por blasfemia.
En los interrogatorios, se derrumbó.
En alta voz juró que maldecía a quien creyera que el mundo se movía en torno del sol.
Y por lo bajito murmuró, según dicen, la frase que le dio fama eterna."
EDUARDO GALEANO.