La amnesia, dice el poder, es sana.
Desde el punto de vista del poder, no sólo estaban y están locas las madres de sus víctimas,
sino que también están locos sus propios instrumentos, los verdugos, cuando no pueden dormir a pata suelta, sin otra molestia que los mosquitos del verano.
No es mucha la gente que nace con esa incómoda glándula llamada conciencia,
que segrega culpa, pero a veces se da: cuando un oficial del ejército argentino, el capitán
Scilingo, reveló que no podía dormir sin lexotanil o borrachera desde que había arrojado al mar
a treinta prisioneros vivos, sus superiores le recomendaron tratamiento psiquiátrico,
porque se había vuelto loco.
El gobierno argentino ha enviado a Europa a más de un oficial nazi, aplicando la
extradición por crímenes masivos cometidos hace más de medio siglo,
al mismo tiempo que otorgaba impunidad, y aplausos, a los oficiales argentinos
que habían cometido crímenes masivos hace un rato nomás.
La memoria y la justicia, ¿son lujos que los países latinoamericanos no pueden
permitirse? ¿Estamos obligados a vivir en estado de perpetua mentira?
El poder identifica a la memoria con el desorden y a la justicia con la venganza.
EDUARDO GALEANO