"El viento se demora en arrear las nubes y el hambre tiene uñas que arañan la tela del estómago.
En la boca de la cloaca, los mendigos investigan los excrementos de la ciudad y esperan que aparezca, por milagro, flotando en la inmundicia, algún anillo de oro.
La ciudad hierve de mendigos y laburantes sin camisa y sin fe,
mientras los inquisidores y los verdugos alzan sus estandartes
y el Poder avanza por los basurales.
Enanos con abanicos rodean al Poder;
lo flanquean los jinetes enmascarados del Escuadrón de la Muerte.
El Poder es capaz de todos los crímenes menos de los que requieren coraje.
Devora héroes y caga locos.
Hasta los postes del telégrafo se inclinan a su paso.
El Poder inaugura cárceles el día primero de cada mes.
El enemigo quiere un mundo sin dueńos ni prohibiciones y el Poder advierte:
el enemigo pretende hacernos creer que no existe pero,
¿quién no es peligroso para el orden público?
El enemigo se infiltra,
anida,
intoxica,
asedia: huele a azufre,
tiene cuernos, es nocturno y joven y numeroso.
El hambre, daga lenta, desgarra los intestinos.
Un loco persigue por las calles el eco que perdió cuando era chico,
y una mujer sola siente las lágrimas arremetiendo contra las pestańas
y busca un sitio para llorar y no encuentra.
Un hombre se hinca, desesperado, y lame la pared."
EDUARDO GALEANO.
De: " La canción de nosotros."