5.2.22

Colonialismo.

 "No hay peor colonialismo que el que nos conquista el corazón

 y nos apaga la razón."


EDUARDO GALEANO.

3.2.22

" Hatuey."

 

En estas islas, en estos humilladeros, son muchos los que eligen su muerte,
ahorcándose o bebiendo veneno junto a sus hijos. Los invasores 
no pueden evitar esta venganza, pero saben explicarla: 
los indios, tan salvajes que piensan que todo es común, dirá Oviedo,
 son gente de su natural ociosa e viciosa, e de poco trabajo... 
Muchos dellos por su pasatiempo, se mataron con ponzoña por
 no trabajar, y otros se ahorcaron con sus propias manos.
Hatuey, jefe indio de la región de la Guahaba, no se ha suicidado.
 En canoa
huyó de Haití, junto a los suyos, y se refugió en las cuevas y los montes 
del oriente de Cuba.
Allí señaló una cesta llena de oro y dijo:
Éste es el dios de los cristianos. Por él nos persiguen. Por él han muerto
nuestros padres y nuestros hermanos. Bailemos para él. Si nuestra danza lo
complace, este dios mandará que no nos maltraten.
Lo atrapan tres meses después. Lo atan a un palo.
Antes de encender el fuego que lo reducirá a carbón y ceniza, un sacerdote le
promete gloria y eterno descanso si acepta bautizarse.
 Hatuey pregunta:
En ese cielo, ¿están los cristianos?
Sí.
Hatuey elige el infierno y la leña empieza a crepitar.

EDUARDO  GALEANO.
De " Memoria del Fuego."

31.1.22

"El teatro del Bien y del Mal."

"¿Dónde estaba el sol cuando sonaron
los ecos desatados de la ira?"

 Alá es inocente de los crímenes que se cometen en su nombre. Al fin y al cabo, Dios no ordenó el holocausto nazi contra los fieles de Jehová y no fue Jehová quien dictó la matanza de Sabra y Chatila ni quien mandó expulsar a los palestinos de su tierra. ¿Acaso Jehová, Alá y Dios a secas no son tres nombres de una misma divinidad?

Una tragedia de equívocos: ya no se sabe quién es quién. El humo de las explosiones forma parte de una mucho más enorme cortina de humo que nos impide ver.
 De venganza en venganza, los terrorismos nos obligan a caminar a los tumbos.
 Veo una foto, publicada recientemente: en una pared de Nueva York, alguna mano escribió: “Ojo por ojo deja al mundo ciego”.
La espiral de la violencia engendra violencia y también confusión: dolor, miedo, intolerancia, odio, locura.
 En Porto Alegre, a comienzos de este año, el argelino Ahmed Ben Bella advirtió: “Este sistema, que ya enloqueció a las vacas, está enloqueciendo a la gente”.
 Y los locos, locos de odio, actúan igual que el poder que los genera.
Un niño de tres años, llamado Luca, comentó en estos días: “El mundo no sabe dónde está su casa”.
 Él estaba mirando un mapa. Podía haber estado mirando un noticiero.

Eduardo Galeano.

Artículo publicado en septiembre de 2001 en Página /12