3.2.22

" Hatuey."

 

En estas islas, en estos humilladeros, son muchos los que eligen su muerte,
ahorcándose o bebiendo veneno junto a sus hijos. Los invasores 
no pueden evitar esta venganza, pero saben explicarla: 
los indios, tan salvajes que piensan que todo es común, dirá Oviedo,
 son gente de su natural ociosa e viciosa, e de poco trabajo... 
Muchos dellos por su pasatiempo, se mataron con ponzoña por
 no trabajar, y otros se ahorcaron con sus propias manos.
Hatuey, jefe indio de la región de la Guahaba, no se ha suicidado.
 En canoa
huyó de Haití, junto a los suyos, y se refugió en las cuevas y los montes 
del oriente de Cuba.
Allí señaló una cesta llena de oro y dijo:
Éste es el dios de los cristianos. Por él nos persiguen. Por él han muerto
nuestros padres y nuestros hermanos. Bailemos para él. Si nuestra danza lo
complace, este dios mandará que no nos maltraten.
Lo atrapan tres meses después. Lo atan a un palo.
Antes de encender el fuego que lo reducirá a carbón y ceniza, un sacerdote le
promete gloria y eterno descanso si acepta bautizarse.
 Hatuey pregunta:
En ese cielo, ¿están los cristianos?
Sí.
Hatuey elige el infierno y la leña empieza a crepitar.

EDUARDO  GALEANO.
De " Memoria del Fuego."

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