18.8.17

Si se te pierde el alma en un descuido

-  Arte Huichol -
¿Qué hace esa india Huichola que ésta por parir? Ella recuerda. Recuerda intensamente la noche de amor de donde viene el niño que va a nacer. Piensa en eso con toda la fuerza de su memoria y su alegría. Así el cuerpo se abre, feliz de la felicidad que tuvo, y entonces nace el buen huichol, que será digno de aquel goce que lo hizo.
 Un buen huichol cuida su alma, su alumbrosa fuerza de vida, pero bien se sabe que el alma es más pequeña que una hormiga y más suave que un susurro, una cosa de nada, un airecito, y en cualquier descuido se puede perder.
 Un muchacho tropieza y rueda sierra abajo y el alma se desprende y cae en la rodada, atada como estaba nomás que por hilo de seda de araña. Entonces el joven huichol se aturde, se enferma. Balbuceando llama al guardián de los cantos sagrados, el sacerdote hechicero.
 ¿Qué busca ese viejo indio escarbando la sierra? Recorre el rastro por donde el enfermo anduvo. Sube, muy en silencio, por entre las rocas filosas, explorando los ramajes, hoja por hoja, y bajo las piedritas. 
¿Dónde se cayó la vida?
 ¿Dónde quedó asustada?
 Marcha lento y con los oídos muy abiertos, porque las almas perdidas lloran y a veces silban como brisa.
 Cuando encuentra el alma errante, el sacerdote hechicero la levanta en la punta de una pluma, la envuelve en un minúsculo copo de algodón y dentro de una cañita hueca la lleva de vuelta a su dueño, que no morirá.

Eduardo Galeano
 - Memoria del Fuego- 

17.8.17

" Orden y tranquilidad"


"La derecha tiene razón cuando se identifica a sí misma 
con la tranquilidad y el orden: es el orden,
 en efecto, de la cotidiana humillación 
de las mayorías,
 pero orden al fin: la tranquilidad 
de que la injusticia siga siendo injusta
y el hambre hambrienta."

Eduardo Galeano

Los indios/1

"Súbitamente, me despiertan los fulgores del paisaje.
 El valle de Repocura aparece y resplandece ante mis ojos,
 como si alguien hubiera descorrido, de repente, el telón de otro mundo.
Pero estas tierras ya no son, como antes, de todos y de nadie.
 Un decreto de la dictadura de Pinochet ha roto las comunidades,
 obligando a los indios a la soledad.
 Ellos insisten, sin embargo, en juntar sus pobrezas,
 y todavía trabajan juntos, callan juntos, dicen juntos:
- Ustedes llevan quince años de dictadura 
- explican a mis amigos chilenos -
 Nosotros llevamos cinco siglos.
Nos sentamos en círculo. 
Estarnos reunidos en un centro médico que no tiene,
 ni jamás tuvo, médico,
 ni practicante,
 ni enfermero, ni nada.
- Una es para morir, no más
 --dice una de las mujeres.
Los indios, culpables de ser incapaces
 de propiedad privada, no existen.
En Chile no hay indios: sólo hay chilenos
 --dicen los carteles del gobierno."
EDUARDO   GALEANO.
De: " El libro de los abrazos."

13.8.17

" Poder".


Los indios/3.


JEAN-MARIE Simon lo supo en Guatemala.
 Ocurrió a fines de 1983, en una aldea llamada Tabil,
 en el sur M Quiché.
Los militares venían cumpliendo su campañ
de aniquilación de las comunidades indígenas.
 Habían borrado del mapa a cuatrocientas aldeas
 en menos de tres años.
 Quemaban plantíos, mataban indios: quemaban hasta la raíz,
 mataban hasta los niños.
 Vamos a dejarlos sin semilla, anunciaba el coronel
 Horacio Maldonado Shadd.
Y así llegaron, una tarde, a la aldea de Tabil.
Venían arrastrando cinco prisioneros, atados de pies y manos
 y desfigurados por los golpes.
 Los cinco eran de la aldea, allí nacidos,
 allí vividos,
 allí multiplicados,
 pero el oficial dijo que esos eran cubanos enemigos de la patria:
 la comunidad debía resolver qué castigo merecían,
 y ejecutar el castigo.
 Por si resolvían fusilarlos, les dejaba las armas ya cargadas.
 Y dijo que les daba plazo hasta el día siguiente al mediodía.
 En asamblea, los indios discutieron: 


 Si no los matamos, los soldados nos matan.
La noche entera pasaron discutiendo.
 Los prisioneros, en el centro de la reunión, escuchaban.
Llegó el amanecer y todos estaban como al principio.
 No habían llegado a ninguna decisión
 y se sentían cada vez más confusos.
Entonces pidieron ayuda a los dioses:
 a los dioses mayas, y al dios de los cristianos.
En vano esperaron la respuesta.
 Ningún dios dijo nada.
 Todos los dioses estaban mudos.
Mientras tanto, los soldados esperaban,
 en algún monte de los alrededores.
La gente de Tabil veía cómo el sol
 se iba alzando, implacable, hacia lo alto del cielo.
 Los prisioneros, de pie, callaban.
Poco antes del mediodía, los soldados escucharon los balazos.

 Eduardo Galeano.

De: " El libro de los abrazos."