"He luchado por lo justo, por lo bueno y por lo mejor del mundo...
Quiero que me entiendan bien: prepararme para la muerte
no significa que me rinda, sino saber hacerle frente cuando llegue".
Olga
1936. Río de Janeiro
Al frente de su ejército rebelde, Luis Carlos Prestes había cruzado el gran Brasil de un extremo a otro, yendo y viniendo de las praderas del sur a los desiertos del noreste, a través de la selva amazónica.
En los tres años de caminata, la columna Prestes había luchado contra la dictadura de los señores del café y el azúcar sin haber sido derrotada.
Es por éso que Olga Benário lo imaginó como gigantesco y devastador.
Ella se sorprendió cuando conoció al gran capitán.
Prestes era un hombrecillo frágil, que se puso rojo cuando Olga lo miró a los ojos.
Ella, ferviente con las luchas revolucionarias en Alemania, militante sin fronteras, llega a Brasil. Y él, que nunca había conocido a una mujer, fue amado y fundado por ella.
Ambos son prisioneros al unísono.
Los llevan a dos prisiones diferentes.
Desde Alemania, Hitler reclama a Olga porque judíos y comunistas: sangre vil, ideas viles, y el presidente brasileño, Getúlio Vargas, se los entrega.
Cuando los soldados vienen a recogerla a la prisión, los prisioneros se amotinan.
Olga pone fin a la revuelta para evitar una matanza inútil y se deja llevar.
Con vista a la rejilla de su celda, el novelista Graciliano Ramos la ve pasar, con esposas y barriga.
En el muelle, espera un barco que hace alarde de la esvástica.
El capitán tiene la orden de no detenerse hasta Hamburgo.
Allí Olga será encerrada en un campo de concentración, asfixiada en una cámara de gas, carbonizada en un horno."
EDUARDO GALEANO.
De: " Mujeres."