"Ruth Landes, antropóloga norteamericana, llega a Brasil.
Quiere conocer las vidas de los negros en un país sin racismo.
El ministro Osvaldo Aranha lo recibe en Río de Janeiro. El ministro explica que el gobierno tiene la intención de limpiar la raza brasileña, sucia de sangre negra, porque la sangre negra es la culpable del subdesarrollo nacional.
De Río Ruth va a Bahía. Los negros son la gran mayoría en esta ciudad donde en el pasado los opulentos virreyes del azúcar y los esclavos tenían su trono, y el negro es todo lo que vale la pena, desde la religión a la comida a través de la música.
Y sin embargo, en Bahía todos creen, incluso los negros, que la piel clara es una prueba de buena calidad.
No todo: Ruth descubre el orgullo de la negritud en las mujeres de los templos africanos.
En esos templos casi siempre hay mujeres, sacerdotisas negras, las que reciben en sus cuerpos a los dioses que vinieron de África.
Resplandecientes y redondas como balas de cañón, ofrecen sus grandes cuerpos a los dioses, que parecen casas donde es agradable llegar y quedarse.
Los dioses entran en ellos y bailan en ellos.
De las manos de las sacerdotisas poseídas, las personas reciben aliento y consuelo, y de sus bocas escuchan las voces del destino.
Las sacerdotisas negras de Bahía aceptan amantes, no maridos.
El matrimonio da prestigio, pero le quita la libertad y la alegría.
A nadie le interesa formalizar el matrimonio ante el sacerdote o el juez: nadie quiere casarse , señora de...
Cabeza alta, ritmo lánguido: las sacerdotisas se mueven como las reinas de la Creación.
Condenan a sus hombres al incomparable tormento de estar celosos de los dioses."
EDUARDO GALEANO.
De: " Mujeres."
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