28.12.23

Estado.

Cuando el Estado se hace dueño

 de la principal riqueza de un país, 

corresponde preguntarse 

quién es el dueño del Estado."


EDUARDO  GALEANO.

19.12.23

"Enseñar a dudar."

"Lucho por una educación que nos enseñe a pensar

 y no por una educación que nos enseñe a obedecer."

Paulo  Freire.

 “Libres son quienes piensan, no quienes obedecen.

 Enseñar, es enseñar a dudar”


EDUARDO  GALEANO.

15.12.23

"Nosotros decimos no."

 

"El desprecio traiciona la historia y mutila al mundo.

 Los poderosos fabricantes de opinión nos tratan como si no existiéramos

 o como si, fuéramos sombras bobas.

 La herencia colonial obliga al Tercer Mundo, habitado por gentes de tercera,

 a que acepte como propia la memoria de sus vencedores

 y a que compre la mentira ajena para usarla 

como si fuera la propia verdad. 

Nos premian la obediencia, nos castigan la inteligencia 

y nos desalientan la energía creadora.

 Somos opinados, pero no podemos ser opinadores.

 Tenemos derecho al eco, pero no tenemos derecho a la voz.

 Y los que mandan elogian nuestro talento de papagayos.

 Nosotros decimos no, nos negamos a aceptar esta mediocridad como destino."


EDUARDO GALEANO. 

De: "  Nosotros decimos no".

"Mundo al revés".

 

13.12.23

"Libres"

 

" Libres son quienes crean, no quienes copian, 

y libres son quienes piensan,

 no quienes obedecen."

 EDUARDO  GALEANO.

29.11.23

La máquina.

La máquina te amaestra para el egoísmo y la mentira.

 La solidaridad es un delito. 

Para salvarte, enseña la máquina, tenés que hacerte hipócrita y jodedor . 

La máquina, estéril, odia todo lo que crece y se mueve.

 Sólo es capaz de multiplicar las cárceles y los cementerios. 

No puede producir otra cosa que presos y cadáveres,

 espías y policías, mendigos y desterrados”.

EDUARDO GALEANO.

De: "Días  y noches  de amor y de guerra."

28.11.23

"Ojalá"

" Ojalá podamos ser desobedientes, cada vez que recibimos órdenes

 que humillan nuestra conciencia

 o violan nuestro sentido común."


EDUARDO GALEANO.

25.11.23

"Tiempos oscuros."

En tiempos oscuros, tengamos el talento suficiente para aprender a volar en la noche como murciélagos.

En tiempos oscuros, seamos lo suficientemente sanos,

como para vomitar las mentiras que nos obligan a tragar cada día. "

Galeano

28.9.23

Mensaje a la cumbre de la Madre Tierra por Eduardo Galeano

 “Los derechos humanos y los derechos de la naturaleza

 son dos nombres de la misma dignidad”

 “Los derechos humanos y los derechos de la naturaleza son dos nombres de la misma dignidad”

Lamentablemente, no podré estar con ustedes. Se me atravesó un palo en la rueda, que me impide viajar.

Pero quiero acompañar de alguna manera esta reunión de ustedes, esta reunión de los míos, ya que no tengo más remedio que hacer lo poquito que puedo y no lo muchito que quiero.

Y por estar sin estar estando, al menos les envío estas palabras.

Quiero decirles que ojalá se pueda hacer todo lo posible, y lo imposible también, para que la Cumbre de la Madre Tierra sea la primera etapa hacia la expresión colectiva de los pueblos que no dirigen la política mundial, pero la padecen.

Ojalá seamos capaces de llevar adelante estas dos iniciativas del compañero Evo, el Tribunal de la Justicia Climática y el Referéndum Mundial contra un sistema de poder fundado en la guerra y el derroche, que desprecia la vida humana y pone bandera de remate a nuestros bienes terrenales.

Ojalá seamos capaces de hablar poco y hacer mucho. Graves daños nos ha hecho, y nos sigue haciendo, la inflación palabraría, que en América latina es más nociva que la inflación monetaria. Y también, y sobre todo, estamos hartos de la hipocresía de los países ricos, que nos están dejando sin planeta mientras pronuncian pomposos discursos para disimular el secuestro.

Hay quienes dicen que la hipocresía es el impuesto que el vicio paga a la virtud. Otros dicen que la hipocresía es la única prueba de la existencia del infinito. Y el discurserío de la llamada “comunidad internacional”, ese club de banqueros y guerreros, prueba que las dos definiciones son correctas.

Yo quiero celebrar, en cambio, la fuerza de verdad que irradian las palabras y los silencios que nacen de la comunión humana con la naturaleza. Y no es por casualidad que esta Cumbre de la Madre Tierra se realiza en Bolivia, esta nación de naciones que se está redescubriendo a sí misma al cabo de dos siglos de vida mentida.

Bolivia acaba de celebrar los diez años de la victoria popular en la guerra del agua, cuando el pueblo de Cochabamba fue capaz de derrotar a una todopoderosa empresa de California, dueña del agua por obra y gracia de un gobierno que decía ser boliviano y era muy generoso con lo ajeno.

Esa guerra del agua fue una de las batallas que esta tierra sigue librando en defensa de sus recursos naturales, o sea: en defensa de su identidad con la naturaleza. Hay voces del pasado que hablan al futuro.

Bolivia es una de las naciones americanas donde las culturas indígenas han sabido sobrevivir, y esas voces resuenan ahora con más fuerza que nunca, a pesar del largo tiempo de la persecución y del desprecio.

El mundo entero, aturdido como está, deambulando como ciego en tiroteo, tendría que escuchar esas voces. Ellas nos enseñan que nosotros, los humanitos, somos parte de la naturaleza, parientes de todos los que tienen piernas, patas, alas o raíces. La conquista europea condenó por idolatría a los indígenas que vivían esa comunión, y por creer en ella fueron azotados, degollados o quemados vivos.

Desde aquellos tiempos del Renacimiento europeo, la naturaleza se convirtió en mercancía o en obstáculo del progreso humano. Y hasta hoy, ese divorcio entre nosotros y ella ha persistido, a tal punto que todavía hay gente de buena voluntad que se conmueve por la pobre naturaleza, tan maltratada, tan lastimada, pero viéndola desde afuera.

Las culturas indígenas la ven desde adentro. Viéndola, me veo. Lo que contra ella hago, está hecho contra mí. En ella me encuentro, mis piernas son también el camino que las anda.

Celebremos, pues, esta Cumbre de la Madre Tierra. Y ojalá los sordos escuchen: los derechos humanos y los derechos de la naturaleza son dos nombres de la misma dignidad.

Vuelan abrazos, desde Montevideo.

19.9.23

"Neruda".

 " Ocurrió en La Sebastiana, otra casa de Neruda, recostada en la montaña, 

sobre la bahía de Valparaíso. 

La casa estaba cerrada a cal y canto, con tranca y candado y bajo siete llaves

, habitada por nadie, desde hacía mucho tiempo. 

Ya los militares habían usurpado el poder, ya había corrido la sangre por las calles,

 ya Neruda había muerto de cáncer o de pena. 

Entonces unos ruidos raros, en el interior de la casa clausurada,

 llamaron la atención de los vecinos.

 Alguien se asomó por la ventana, y vio los ojos brillantes y las garras 

en ataque de un águila inexplicable. 

El águila no podía estar allí, no podía haber entrado, 

no tenía por dónde, 

pero adentro estaba: y adentro daba violentos aletazos."


EDUARDO  GALEANO.

11.9.23

"Allende" .

 “Vi nieve por primera vez con Allende. Y me pareció deslumbrante por su suavidad…yo no sabía que la nieve era tan suave, era algo que acariciaba el aire, que acariciaba la noche, me quedé como embelesado, hipnotizado, lo cual nos dio pretexto para tomarnos un segundo whisky con Salvador.

 Después de esa misión periodística, se nos convirtió en costumbre visitarnos…La primera vez que volví después de su muerte dije en un acto público, lo que cayó muy mal, que me dolía muchísimo que una avenida muy importante de Santiago de Chile se llamara 11 de septiembre en homenaje a un Golpe criminal que había asesinado al demócrata más digno de todos los tiempos de América Latina. Porque nadie ejerció la democracia tan a fondo como él.

 Allende fue un símbolo de democracia para todos, y que me sorprendía que Chile no lo valorizara, porque esa avenida llamada así es una ofensa, como escupirle en el cadáver…no recuerdo en qué acto fue que cayó horrible, pero yo lo decía como amigo, porque fue mi amigo”.

EDUARDO  GALEANO.

- Reportaje -

30.8.23

"Derechos."

" En la naturaleza está la preservación del mundo."

Henry David Thoreau

En los hechos, no son pocos los que siguen sin derechos, pero al menos se reconoce, ahora, el derecho de tenerlos; y eso es bastante más que un gesto de caridad de los amos del mundo para consuelo de sus siervos.


¿Y la naturaleza? En cierto modo, se podría decir, los derechos humanos abarcan a la naturaleza, porque ella no es una tarjeta postal para ser mirada desde afuera; pero bien sabe la naturaleza que hasta las mejores leyes humanas la tratan como objeto de propiedad, y nunca como sujeto de derecho.

Reducida a mera fuente de recursos naturales y buenos negocios, ella puede ser legalmente malherida, y hasta exterminada, sin que se escuchen sus quejas y sin que las normas jurídicas impidan la impunidad de sus criminales.
 A lo sumo, en el mejor de los casos, son las víctimas humanas quienes pueden exigir una indemnización más o menos simbólica, y eso siempre después de que el daño se ha hecho, pero las leyes no evitan ni detienen los atentados contra la tierra, el agua o el aire."

EDUARDO  GALEANO.

17.8.23

"Los muertos".

 

"Refugio."

"La diosa tierra."

En el altiplano andino, mama es la Virgen y mama son la tierra y el tiempo.

Se enoja la tierra, la madre tierra, la Pachamama, si alguien bebe sin convidarla.

Cuando ella tiene mucha sed, rompe la vasija y la derrama.

A ella se ofrece la placenta del recién nacido,

enterrándola entre las flores, para que viva el niño;

y para que viva el amor, los amantes entierran cabellos anudados.

La diosa tierra recoge en sus brazos a los cansados

y a los rotos, que de ella han brotado, y se abre para darles refugio al fin del viaje.

Desde abajo de la tierra, los muertos la florecen."

EDUARDO  GALEANO.

14.8.23

"Máquinas."


El automóvil, el televisor, el vídeo, la computadora personal, 

el teléfono celular y demás contraseñas de la felicidad, 

máquinas nacidas para «ganar tiempo» o para «pasar el tiempo», 

se apoderan del tiempo."


EDUARDO  GALEANO.

 

8.8.23

“La tierra es nuestra madre..."

 Dicen los guaraníes: “La tierra es nuestra madre, es nuestra vida y es nuestra libertad”.

También las comunidades collas expresan un sentimiento

que se resume en la siguiente frase:

“En nuestra mente, en nuestros labios y en nuestro corazón está nuestra Pachamama”.

Pero “la tierra no nos pertenece, sino que nosotros pertenecemos a ella porque somos sus hijos”, decía un anciano de la tribu Seattle, de Norteamérica.

“- ¿Tiene dueño la tierra? ¿Cómo así?

-¿Cómo se ha de vender? ¿Cómo se ha de comprar?

Si ella no nos pertenece, pues.

Nosotros somos de ella. Sus hijos somos.

Así siempre, siempre. Tierra viva.

Como cría a los gusanos, así nos cría.

Tiene huesos y sangre.

Leche tiene, y nos da de mamar.

Pelo tiene, pasto, paja, árboles.

Ella sabe parir papas. Hace nacer casas. Gente hace nacer.

Ella nos cuida y nosotros la cuidamos.

Ella bebe chicha, acepta nuestro convite.

Hijos suyos somos.

¿Cómo se ha de vender? ¿Cómo se ha de comprar?”

EDUARDO GALEANO.

31.7.23

"Sur."

"...con su corno francés
y su academia sueca
su salsa americana
y sus llaves inglesas
con todos su misiles
y sus enciclopedias
su guerra de galaxias
y su saña opulenta
con todos sus laureles
el norte es el que ordena

pero aquí abajo abajo
cerca de las raíces
es donde la memoria
ningún recuerdo omite
y hay quienes se desmueren
y hay quienes se desviven
y así entre todos logran
lo que era un imposible
que todo el mundo sepa
que el Sur también existe."

Mario Benedetti.

El Sur aprende geografía en mapamundis

 que lo reducen a la mitad de su tamaño real.

 Los mapamundis del futuro, ¿lo borrarán del todo?

 

Hasta ahora, América Latina era la tierra del futuro.

 

Cobarde consuelo; pero algo era.

 

Ahora nos dicen que el futuro es el presente."

 

(1990)

EDUARDO GALEANO.


De:" Ser como ellos y otros artículos," 

 

29.7.23

" Familia ".

 

"Según se sabe en el África negra y en la América indígena,
 
tu familia es tu aldea completa,

 con todos sus vivos y sus muertos.

Y tu parentela no termina en los humanos.

Tu familia también te habla en la crepitación del fuego,

en el rumor del agua que corre,

en la respiración del bosque,

en las voces del viento,

en la furia del trueno,

en la lluvia que te besa

y en el canterío de los pájaros que saludan tus pasos."

Eduardo Galeano.

 De: “Los hijos de los días” .

27.7.23

" Inseguridad ciudadana."

"Dudo que toda la filosofía de este mundo consiga suprimir la esclavitud; 

a lo sumo le cambiarán el nombre."


Marguerite Yourcenar.



La democracia griega amaba la libertad, pero vivía de sus prisioneros.
 Los esclavos y las esclavas labraban tierras, abrían caminos, excavaban montañas en busca de plata y de piedras, alzaban casas, tejían ropas, cosían calzados, cocinaban, lavaban, barrían, forjaban lanzas y corazas, azadas y martillos, daban placer en las fiestas y en los burdeles y criaban a los hijos de sus amos.

Un esclavo era más barato que una mula.
 La esclavitud, tema despreciable, rara vez aparecía en la poesía, 
en el teatro o en las pinturas que decoraban las vasijas y los muros. 
Los filósofos la ignoraban, como no fuera para confirmar 
que ése era el destino natural de los seres inferiores, 
y para encender la alarma. 
Cuidado con ellos, advertía Platón. Los esclavos, decía, tienen una inevitable tendencia a odiar a sus amos
 y sólo una constante vigilancia podrá impedir que nos asesinen a todos.

Y Aristóteles sostenía que el entrenamiento militar
 de los ciudadanos era imprescindible, por la inseguridad reinante.

 Eduardo Galeano.

26.7.23

"Con amigos así: Eduardo Galeano." Ariel Dorfman .

"En los suburbios de La Habana, llaman al amigo mi tierra o mi sangre.

 En Caracas, el amigo es mi pana o mi llave: pana, por panadería, la fuente del buen pan para las hambres del alma; y llave por...

 -Llave, por llave -me dice Mario Benedetti.

 Y me cuenta que cuando vivía en Buenos Aires, en los tiempos del terror,

 él llevaba cinco llaves ajenas en su llavero: cinco llaves,

 de cinco casas, de cinco amigos: las llaves que lo salvaron. "

E. Galeano.

Fue en agosto de 1973 que por primera vez escuché la voz tierna e inolvidable de Eduardo Galeano.

Sonó el teléfono en nuestra casa en Santiago, un ruido que no era usual porque recién Angélica y yo habíamos logrado agenciarnos una línea y casi nadie tenía nuestro número. Y menos usual aún porque la llamada venía del extranjero, de Buenos Aires.

–Hola, Ariel, te habla Eduardo Galeano, te llamo para darte una buena noticia.

¿Galeano? ¿El de Las Venas Abiertas? ¿Eduardo Galeano? ¿Con quien jamás había hablado? ¿Una buena noticia? ¿Y cómo había conseguido el número que no estaba ni en la guía?

Todavía no sé cómo se las arregló para rastrearme, pero me daría cuenta en las décadas que siguieron que Eduardo tenía un genio único para entrar simpáticamente en la vida de los demás, ingresar al hogar que es la vida de cada cual y acomodarse en la mesa y tomarse un trago o un café y escuchar con atenta pasión las historias y los cuentos y las intimidades que a nadie más le interesaban. Aquellos con quienes conversaba inmediatamente sabían que podían confiar en él, advertían una generosidad que le fluía como una fuente.

Como lo pude comprobar en esa primera ocasión. Me llamaba simplemente para contarme que una novela mía había recibido un premio literario y suponía que eso me daría una gran felicidad. Pero evidente que la felicidad era suya, que a él le causaba inmenso placer agradar a sus semejantes, aunque fuera este escritor chileno con el que jamás había hablado antes.

–Si vienes por acá, pasá a verme –me agregó, en ese suave tono uruguayo–. Siempre tenés por acá un amigo

Unos meses más tarde, sobrevino el golpe contra Allende y nos fuimos al exilio y vaya si necesitábamos un amigo, especialmente en Buenos Aires, la primera ciudad de nuestro largo destierro. En esos breves meses antes de partir (veíamos que se acercaba una hecatombe, veíamos y se lo dije a Eduardo, que dentro de poco la muerte acecharía a los argentinos como lo había hecho ya con los chilenos) nos hicimos muy amigos. Me abrió las puertas de una revista, Crisis, que acababa de fundar, me armó una lista de contactos internacionales que podían servir para apoyar la resistencia cultural contra Pinochet, nos mandaba pequeños mensajes de aliento con su característica firma de un chanchito y una flor. Además de gran fabulador, era un confabulador. Arreglamos con él que mandara un periodista brasileño a Chile para entrevistar clandestinamente a un líder de la resistencia –el primero de muchos favores solidarios.

En una ocasión pudimos retribuirle tanta magnanimidad.

Pasando una noche por su departamento en la calle Montevideo (¿o era la calle Uruguay?), cerca, en todo caso, de Corrientes, Angélica y yo lo encontramos muy enfermo, solo y abandonado, casi incapaz de levantarse de la cama.

–No es nada –dijo–, es la malaria, ya se me va a pasar. Les hago un café.

Nada de café, sentenció Angélica. Y nada de malaria. Era una gripe común aunque no corriente (la fiebre era altísima) y había que combatirla con antibióticos. Me envió perentoriamente a buscar los remedios a una farmacia cercana y cuando volví encontré a Eduardo tomándose a sorbitos una sopa que ella le había improvisado.

No perdimos contacto mientras Galeano permaneció en Buenos Aires, tratando de ahorrarse un segundo exilio, pero con el golpe de 1976 finalmente se percató de los peligros que corría cualquier intelectual de izquierda y partió a España. A partir de entonces, manteniendo una nutrida correspondencia, lo vimos varias veces, incluyendo un par de visitas a Amsterdam, adonde había llegado para buscar datos en una de las bibliotecas de la Universidad. En nuestro pequeño departamentito de la calle Kastellenstraat nos confidenció que estaba embarcado en un libro delirante –la palabra exacta que utilizó–. Y nos leyó unos extractos: era la historia de América latina, nos dijo, desde los orígenes, desde las orillas, desde los relegados.

–Se va a llamar Memoria del Fuego –añadió– y va a ser una Trilogía.

Lo que me deslumbró de aquellas páginas y me alucinaría más en el futuro era el lirismo cotidiano con que se acercaba a sus personajes, como si fueran conocidos suyos de toda la vida y no hubieran muerto hace siglos. Era un reportaje al pretérito escondido pero con técnicas populares, de telenovela, casi –muy alejado de la prosa solemne de Las Venas Abiertas, pero con el mismo compromiso con aquellos hombres y mujeres que los manuales no incluían, aquellos que habían construido nuestra realidad, nuestras leyendas, nuestros corazones actuales.

Fue el comienzo de una serie de textos magníficos y a la vez modestos, graciosos e indignados, con que fascinaría al mundo.

Si algo le reprochaba a Eduardo era que su amor por la realidad le impidiera continuar en el rumbo de la ficción, donde ya había creado algunos cuentos perfectos y una novela, La Canción de Nosotros, que era de antología. Pero él me respondía que prefería dedicar su energía a tantas historias que flotaban por ahí, ignoradas por los historiadores y periodistas y poderosos.

Nunca perdió el sentido del humor.

Ni la generosidad.

En uno de los últimos intercambios que tuvimos, por correo electrónico, le escribía sobre su enfermedad y lamentaba no poder “Angélica y yo llevarte los remedios directamente a la cama, como aquella vez en Buenos Aires, en el verano de 1974”. La mejor respuesta a mis parabienes, le dije, era que se mejorara, aunque fuera un poco.

Respondió: “Con amigos así, cualquiera puede”.

Era una fórmula buena para vivir, pero no para derrotar a la muerte.

Lo único que me toca hacer, entonces, es recordar aquella llamada que recibí en Santiago de Chile cuando la voz de Galeano cruzó la pampa y la cordillera para darme una noticia que parecía causarle más alegría a él que a mí.

Era con esa voz y ese desprendimiento con que escribió los libros que nos quedan y que no van a desaparecer como se ha desvanecido su cuerpo. Es la voz con que llama, así, en forma personal, a cada uno de sus lectores, a cada uno de nosotros, una y otra y otra vez, contándonos que tiene una buena noticia que comunicar, la noticia de la vida.

Ariel Dorfman

20.7.23

"Amistad."

 
De : " Los hijos de los días."

"Ceremonia."

El Chato llevaba muchos años detrás de aquel mostrador. Servía bebidas, a veces las inventaba. Callaba, a veces escuchaba. Conocía las costumbres y las manías de cada uno de los clientes que venían, noche tras noche, a mojar la garganta.

Había un hombre que llegaba siempre a la misma hora, a las ocho en punto de cada noche, y pedía dos copas de vino blanco seco. Pedía las dos a la vez y las bebía él solo, un sorbo de una copa, un sorbo de la otra. Muy lentamente, en silencio, el hombre vaciaba sus dos copas, pagaba y se marchaba.

El Chato tenía la costumbre de no preguntar. Pero una noche el hombre le leyó alguna curiosidad en los ojos; y como quien no quiere la cosa, contó. Dijo que su amigo más amigo, su amigo de siempre, se había ido. Harto de correr la liebre, se había ido muy lejos del Uruguay, y ahora estaba en Canadá.

–Allá le va muy bien –dijo. Y después dijo:

–No sé si le va muy bien.

Y se calló la boca.

Desde que su amigo se había ido, los dos se encontraban cada noche, a las ocho en punto, hora de Montevideo, él en este bar de aquí y su amigo en un bar de allá, y bebían una copa juntos.

Y así pasó el tiempo, noche tras noche.

Hasta que una vez el hombre llegó con la puntualidad de siempre pero pidió una sola copa. Y bebió, lento, callado, quizás un poco más lento y callado que de costumbre, hasta la última gota de esa única copa.

Y cuando pagó la cuenta y se levantó para marcharse, 

el Chato hizo lo que nunca: lo tocó. Estiró el brazo sobre el mostrador y lo tocó:

–Mi pésame dijo.


EDUARDO GALEANO.

De: Bocas del tiempo."

18.7.23

"Mala conducta".

La televisión llama paz mundial o equilibrio internacional

 a la resignación universal.

Pero la condición humana tiene una porfiada tendencia

 a la mala conducta.

 Donde menos se espera, salta la rebelión 

y ocurre la dignidad."

EDUARDO GALEANO.

14.7.23

"Galeano". John Berger.

 “Publicar a Eduardo Galeano es publicar al enemigo:

 al enemigo de la mentira,

 de la indiferencia y,

 sobre todo, del olvido. 

Gracias a él, se recordarán nuestros crímenes.

 Su ternura es devastadora, su veracidad, furiosa”


 John Berger

" El piano."

"Aunque el piano había nacido en tierras lejanas, 
bautizado por las manos de Franz Liszt, 
era en Tarija donde había encontrado querencia,
 y queriendo querer, quería quedarse allí."

Eduardo Galeano.

Vino desde Europa. Metido en un inmenso cajón, viajó en barco, en tren y después en hombros. Fue cargado a pulso, Bolivia adentro: cuarenta peones se abrieron paso a través de las serranías, inventando puentes, escaleras y caminos, con aquella mole encima.
 Cinco meses llevó el atroz subibaja por barrancos y quebradas, hasta que por fin el piano Steinway llegó, sin un rasguño, a la ciudad de Tarija.
Por entonces, Tarija estaba habitada por catorce mil novecientos cincuenta mandados y cincuenta mandones. 
En las cumbres, la única dama que no tenía piano era doña Beatriz Arce de Baldiviezo. 
Un tío preocupado había enviado este regalito, desde París, para que recuperara su color natural y pudiera respirar tranquila la sobrina que vivía roja de envidia y suspirando noche y día.
 Y no era un piano cualquiera. Aquel Steinway de gran cola lucía, dentro de la tapa,
 los sellos de los premios que le habían otorgado todos los imperios y reinos de Europa, y sonaba tan gloriosamente que se alzaba solito desde el piso.
Pasaron los años y las gentes, el tiempo y la historia. 
Tarija creció y todo cambió. Y un día, doña María Nidi Baldiviezo, que había recibido el piano en herencia, salió del consultorio médico sabiendo que estaba enferma de cáncer.
 De la fortuna familiar ya sólo quedaban el piano y la nostalgia y doña María no tenía otra cosa que vender para pagarse el viaje y el tratamiento en Houston.
Recibió la primera oferta desde Japón. Ella se negó. 
La segunda propuesta vino desde los Estados Unidos, y ella no la aceptó. 
El tercer comprador llamó desde Alemania, y ella no hizo caso. 
Y lo mismo ocurrió con los interesados que acudieron desde Buenos Aires, La Paz y Santa Cruz. La vendedora decía no a los precios altos, a los precios bajos y a los del medio también.
Entonces, doña María reunió a los musiqueros, los teatreros, los imagineros y demás eros de Tarija y les propuso, desde su lecho de enferma:
–Dénme lo que tengan, y se quedan con el Steinway.
Ellos vaciaron los bolsillos, unos pocos billetes arrugados y sucios, y ella dijo:
–Trato hecho.
Doña María se quedó sin viaje y sin tratamiento, pero así se cumplió la voluntad del piano. Aunque el piano había nacido en tierras lejanas, bautizado por las manos de Franz Liszt, era en Tarija donde había encontrado querencia, y queriendo querer quería quedarse allí.
 Y allí, donde poco después doña María murió, él continúa prestando sus invalorables servicios en las veladas culturales, en las efemérides patrias y en todos los actos cívicos de la localidad.

EDUARDO  GALEANO.