14.7.23

" El piano."

"Aunque el piano había nacido en tierras lejanas, 
bautizado por las manos de Franz Liszt, 
era en Tarija donde había encontrado querencia,
 y queriendo querer, quería quedarse allí."

Eduardo Galeano.

Vino desde Europa. Metido en un inmenso cajón, viajó en barco, en tren y después en hombros. Fue cargado a pulso, Bolivia adentro: cuarenta peones se abrieron paso a través de las serranías, inventando puentes, escaleras y caminos, con aquella mole encima.
 Cinco meses llevó el atroz subibaja por barrancos y quebradas, hasta que por fin el piano Steinway llegó, sin un rasguño, a la ciudad de Tarija.
Por entonces, Tarija estaba habitada por catorce mil novecientos cincuenta mandados y cincuenta mandones. 
En las cumbres, la única dama que no tenía piano era doña Beatriz Arce de Baldiviezo. 
Un tío preocupado había enviado este regalito, desde París, para que recuperara su color natural y pudiera respirar tranquila la sobrina que vivía roja de envidia y suspirando noche y día.
 Y no era un piano cualquiera. Aquel Steinway de gran cola lucía, dentro de la tapa,
 los sellos de los premios que le habían otorgado todos los imperios y reinos de Europa, y sonaba tan gloriosamente que se alzaba solito desde el piso.
Pasaron los años y las gentes, el tiempo y la historia. 
Tarija creció y todo cambió. Y un día, doña María Nidi Baldiviezo, que había recibido el piano en herencia, salió del consultorio médico sabiendo que estaba enferma de cáncer.
 De la fortuna familiar ya sólo quedaban el piano y la nostalgia y doña María no tenía otra cosa que vender para pagarse el viaje y el tratamiento en Houston.
Recibió la primera oferta desde Japón. Ella se negó. 
La segunda propuesta vino desde los Estados Unidos, y ella no la aceptó. 
El tercer comprador llamó desde Alemania, y ella no hizo caso. 
Y lo mismo ocurrió con los interesados que acudieron desde Buenos Aires, La Paz y Santa Cruz. La vendedora decía no a los precios altos, a los precios bajos y a los del medio también.
Entonces, doña María reunió a los musiqueros, los teatreros, los imagineros y demás eros de Tarija y les propuso, desde su lecho de enferma:
–Dénme lo que tengan, y se quedan con el Steinway.
Ellos vaciaron los bolsillos, unos pocos billetes arrugados y sucios, y ella dijo:
–Trato hecho.
Doña María se quedó sin viaje y sin tratamiento, pero así se cumplió la voluntad del piano. Aunque el piano había nacido en tierras lejanas, bautizado por las manos de Franz Liszt, era en Tarija donde había encontrado querencia, y queriendo querer quería quedarse allí.
 Y allí, donde poco después doña María murió, él continúa prestando sus invalorables servicios en las veladas culturales, en las efemérides patrias y en todos los actos cívicos de la localidad.

EDUARDO  GALEANO.

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