Desde que la espada y la cruz desembarcaron en tierras americanas, la conquista europea castigó la adoración de la naturaleza, que era pecado de idolatría, con penas de aceite, horca o fuego.
La comunión entre la naturaleza y el pueblo, costumbre pagana, fue abolida en nombre de Dios y después en nombre de la civilización.
En toda América, y en el mundo continuamos pagando las consecuencias de ese divorcio obligatorio.
EDUARDO GALEANO
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