3.4.17

Entrevista a Galeano.La Jornada 29 de julio de 1996.



La Jornada 29 de julio de 1996

Entrevista a Galeano

Ni recetas ni modelos; venimos a soñar juntos otro mundo posible
Raquel Peguero, enviada, y Javier Molina, Oventic, Chiapas

Con la impresión de que los Aguascalientes son una “enorme Torre de Babel donde se hablan todas la lenguas, empezando por las de Chiapas'’, pero con la certeza de que, a diferencia del otro, éste “tiene destino hacia su camino al cielo porque hunde sus raíces en lo más hondo del mundo y son lenguas que se juntan para decirse juntas, palabras compartidas que transmiten la misma energía –aun cuando algunas están desprestigiadas o no se usan– como son justicia, solidaridad, identidad y alegría”, el escritor uruguayo Eduardo Galeano, llegó para unir su voz contra el neoliberalismo y por la humanidad:

–”Sí y se empezará a hablar, no con la intención de formular recetas No hemos venido con la intención ni de recibir ni dar recetas sino de decir: ésta es la enfermedad y aquí está el remedio. Por experiencia personal me he acostumbrado a desconfiar de los que proporcionan recetas. La realidad es muy compleja y lo importante es empezar a juntarse para pensar juntos, a partir de una convocatoria realizada por un grupo de personas que desde hace miles de años tienen la costumbre de soñar en conjunto. Eso ha salvado a las culturas indígenas que han podido sobrevivir en América porque muchas han sido exterminadas y otras han sido deformadas hasta hacerse casi irreconocibles, pero las que se han salvado, ha sido gracias a ello, o sea, a esa capacidad de clavar los ojos más allá de la infamia. Asi que empezaremos a advinar otro mundo posible, quizá al principio dando palos de ciego, pero partiendo de la certeza de que este mundo que identifica a la libertad del dinero con la libertad de las personas, se está convirtiendo en una suerte de gigantesco campo de concentración para la mayoría de sus habitantes donde, a quien no condena al hambre de pan lo condena al hambre de abrazos.
–¿No cree que ante la falta de modelos a seguir, existe el peligro que aquí la gente quiera que le digan cómo hacer uno?
–Sí claro: es la nostalgia del catecismo que tenemos todos. Creo que la vida es una aventura de la libertad y tenemos que ganarnos la libertad de pensar sacándonos de encima los modelos, a partir de la certeza de que el mundo tal como está no-fun-cio-na y que, además, comete cotidianamente crímenes que nos suicidan a todos. A partir de ese certeza esencial vamos a empezar a armar algo diferente, nuevo que será además, múltiple porque cada lugar será diferente de los otros, no comulgará en los altares de una cultura dominante que confunde precio con valor y que convierte a las personas y a los países en mercancías. Reuniones como ésta están levantando ciertas banderas que tienen que ver todas con la dignidad humana e implican una comunidad de lenguaje diciendo ciertas cosas esenciales que hacen a la dignidad humana.
–Antonio Machado decía: “entre todas las voces escucho una'’, ¿cree que en esta diversidad se podrá escuchar una voz que sea la de América Latina.
–Claro, lo mejor que tiene esa voz es que es diversa, múltiple y contradictoria, tan es así que se contradice a sí misma y esa es la prueba de que está viva. Hay gente que dice ¿cómo van a hablar de América Latina?, ¿qué tiene que ver un hatiano con un argentino; un indio de Chiapas con un habitante de Sao Paulo?, pero menos mal que tenemos esa diversidad porque en un mundo donde el que no se muere de hambre se muere de aburrimiento, no queremos ser hambrientos pero tampoco aburridos.
–¿No importa que todos los que están aquí no entiendan lo mismo?
–Si entendieran lo mismo sería un opio: no habría quién pudiera soportar una reunión de estas. Artigas solía decir: “la contradicción es la única prueba de la libertad”. Yo diría más: sí, la contradicción es la única prueba de la libertad porque es la única prueba de la vida y me parece estupendo que exista a partir de un eje que congrega a gente muy diversa, venida de lugares diversos porque permite confirmar la fe, en esa esencial unidad de la condición humana a partir de su diversidad. Hablamos de la justicia antes, pero otro eje esencial de una reunión como ésta es el respeto al prójimo, el respeto a la identidad del otro: querer al otro justamente en su diferencia y eso es muy importante afirmarlo hoy, más que nunca, porque nunca el mundo había sido tan desigual en las oportunidades que brinda. Nunca fue tan injusto en el reparto de panes y peces, pero nunca había sido tan igualador en las costumbres que impone, tan borrador de las diferencias culturales que son las que hacen de la condición humana un alegre arcoiris.
–Chiapas en eso, es un muestrario rico pero, como dice la poeta Dolores Castro, de repente todas las lenguas son una sola llama.
–Lo que pasa es que la condición humana es así en todas partes: es un arcoriris, pero nosotros estamos ciegos de él. Los que compartimos la aventura humana en el mundo del fin de siglo, estamos ciegos de ese arcoiris porque nos impiden verlo en todo su fulgor y hermosura, los antifaces que nos han obligado a usar como el racismo, que impide recuperar la plenitud de la condición humana o, el machismo, que nos mutila reduciéndonos a la mitad, o el elitismo, o el militarismo o cualquier otro que nos impiden recuperar la porfiada alegría de nuestra diversidad.
–¿Considera que los zapatistas han logrado, entonces, romper con viejos vicios, incluidos los de la izquierda?
–No sólo los zapatistas, porque ya hubo otros movimientos que reivindicaron de muy saludable manera, una inversión del camino recorrido por la izquierda tradicional. Los zapatistas han recogido muy bien una herencia que viene de otros procesos revolucionarios de los últimos años, porque lo que podríamos llamar la izquierda de origen europeo, pero en América Latina, estuvo en sus inicios muy viciada por una idea que le impidió cuajar plenamente en las realidades nuestras y arraigarse como hubiera sido deseable, y era la idea de que la revolución iba a salvar al pueblo y que los intelectuales alumbrarían a la plebe. A partir de las revoluciones cubana y sandinista y de muchos procesos populares que hubo en países latinos, como que se hizo posible esta insurgencia de Chiapas, que propone el camino inverso: viaja desde adentro y desde abajo, contradiciendo así el viejo esquema de civilización y barbarie dentro del cual la izquierda latinoamericana estaba presa –esta todavía, pero cada vez menos– porque en él, la verdad venía de afuera y de arriba, nunca de adentro y de abajo.
–¿Este sería un modelo a seguir?
–No hay modelos. Hemos hecho en América Latina una experiencia bastante triste en esa materia. Ningún proceso de cambio debe ser impuesto como modelo en otros lugares, no diría cada país, porque en América Latina hay países que contienen otros países, pero cada lugar nuestro, tiene que recorrer su propio camino.
–La novedad de este movimiento, ¿está en el lenguaje?
–Sí, este es un movimiento de enmascarados que ha logrado desenmascarar al poder en escala nacional, regional y mundial , gracias en gran medida al lenguaje que lo expresa. Es un lenguaje muy fresco, muy vivo y con mucho sentido del humor: se toma el pelo a sí mismo, completamente ajeno a la tradición de solemnidad que es la característica de la izquierda tradicional y donde no se proponen más estatuas de mármol y de bronce cuando se habla, sino a lo sumo de maíz o chocolate.
 Creo que por eso ha tenido esa maravillosa capacidad de contagio con el mundo.

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