A principios del siglo dieciocho, Ignacio Torote se
alzó, en la selva peruana, contra los intrusos que habían
venido a llevarse las almas y las tierras.
Al mismo tiempo, el ejército quechua de Juan Santos
Atahualpa impedía, de paliza en paliza, el avance de las
tropas españolas.
A mediados del siglo, mientras Juan Santos moría,
muy lejos de su selva impenetrable el joven José Gabriel
Condorcanqui elegía llamarse Túpac Amaru y encabezaba
la insurgencia indígena más numerosa de toda la
historia americana.
Y de derrota en derrota, de rebelión en rebelión, la
historia continuó: cuando ella dice adiós, dice hasta
luego.
EDUARDO GALEANO
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