Las madres de Plaza de Mayo, mujeres paridas por sus hijos, son el coro griego de esta tragedia.
Enarbolando las fotos de sus desaparecidos, dan vueltas y vueltas a la pirámide, ante la rosada casa de gobierno, con la misma obstinación con que peregrinan por cuarteles y comisarías y sacristías, secas de tanto llorar, desesperadas de tanto esperar a los que estaban y ya no están, o quizás siguen estando, o quién sabe:
–Me despierto y siento que está vivo –dice una, dicen todas–.
Me voy desinflando mientras pasa la mañana. Se me muere al mediodía.
Resucita en la tarde.
Entonces vuelvo a creer que llegará y pongo un plato para él en la mesa, pero se vuelve a morir y a la noche me caigo dormida sin esperanza.
Me despierto y siento que está vivo...
Las llaman locas. Normalmente no se habla de ellas.
Normalizada la situación, el dólar está barato y cierta gente también.
Los poetas locos van al muere y los poetas normales besan la espada y cometen elogios y silencios.
Con toda normalidad el ministro de Economía caza leones y jirafas en la selva africana y los generales cazan obreros en los suburbios de Buenos Aires.
Nuevas normas de lenguaje obligan a llamar Proceso de Reorganización Nacional a la dictadura militar.
Eduardo Galeano.
De: " Memoria del fuego."
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