(Un día como hoy... fallecía #EduardoGaleano)
Hurgar en las memorias sin voz, descifrar las líneas borroneadas, distinguir entre el ruido los sonidos de los pueblos aniquilados o encontrar entre la tierra los vestigios de las huellas pisadas. Recordar que debajo de las iglesias que supieron cubrir los pueblitos de Latinoamérica siempre estará enterrada parte de la cultura de quienes los habitaban, o que sobre antiguos cementerios se instalaron plazas para alzar monumentos de invasores. Las páginas de América Latina quisieron ser arrojadas a la hoguera, masacradas y usurpadas. Como la tierra y la sangre sobre la que osaron erigir su imperio.
Como si fueran espejos, las distintas historias a lo largo y ancho del mundo se repiten de una forma casi universal. Así lo entendió Eduardo Galeano. Ese periodista y escritor uruguayo que alertaba sobre "un mundo que prefiere la seguridad a la justicia" y donde hay cada vez "más gente que aplaude el sacrificio de la justicia en los altares de la seguridad". Sobre esa sociedad que celebra ceremonias "cada vez que un delincuente cae acribillado", como una suerte de efecto farmacéutico “sobre los bienvivientes". Así, decía, se eleva el racismo a la categoría de doctrina económica.
Las venas abiertas de América Latina fue publicado en 1971, en medio de un contexto que sería bisagra para la historia del continente. Esas mismas páginas que serían prohibidas 2 años después cuando, como un dominó, las dictaduras iban cayendo como bombas desde el norte de América sobre el sur del continente. Su nombre y apellido pasaron a formar parte de las largas listas. No solo sus libros eran prohibidos, también su persona.
Galeano repetía que el destino no descansa en la rodilla de ningún dios, sino que es tarea del pueblo forjarlo, trabajarlo, "como un desafío candente sobre las conciencias de los hombres". Advirtió con terror que la realidad imita a la tele y que no estamos cerca, siquiera, de la tan vanagloriada democracia. Eso es un lujo del norte, insistía, "al sur se le permite el espectáculo". Y a nadie molesta mucho, al fin y al cabo, "que la política sea democrática, siempre y cuando la economía no lo sea".
Aún quedan miles y miles de páginas por desempolvar sobre la historia de América Latina. Fragmentos borrados en nombre del progreso y nombres vueltos a masacrar para ocultar sus historias. Queda el trabajo, no menos importante, de terminar con quienes todavía se dedican a construir el olvido, de los operadores disfrazados de historiadores que nos cuentan cuentos de héroes de botas implacables e incontables medallas. Queda mucho por delante… pero, poco a poco, de esa herida abierta, la historia vuelve a brotar.
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