París, primavera de 1937: Pablo Picasso despierta y lee.
Lee el diario mientras desayuna, en su taller.
El café se le enfría en la taza.
La aviación alemana ha arrasado la ciudad de Guernica.
Durante tres horas, los aviones nazis han perseguido y ametrallado
al gentío que huía de la ciudad en llamas.
El general Franco asegura que Guernica ha sido incendiada por dinamiteros asturianos y pirómanos vascos enrolados en las filas comunistas.
Miente.
Dos años después, en Madrid, Wolfram von Richthofen,
comandante de las tropas alemanas en España, acompaña a
Franco en el palco de la victoria: matando españoles,
Hitler ha ensayado su próxima guerra mundial.
Muchos años después, en Nueva York, Colin Powell
pronuncia un discurso, en las Naciones Unidas, anunciando
la inminente aniquilación de Irak.
Mientras él habla, el fondo de la sala no se ve, Guernica no se ve.
La reproducción del cuadro de Picasso, que decora la pared,
ha sido completamente cubierta por un enorme paño azul.
Las autoridades de las Naciones Unidas han decidido que ése
no es el acompañamiento más adecuado
para la proclamación de una nueva carnicería.
Eduardo Galeano
"Espejos: Una historia casi universal."
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