17.2.22

Las flores

„Hoy es muy difícil no ser canalla. 
Todas las presiones trabajan
 para nuestro envilecimiento personal y colectivo.“ 

  Nelson Rodrígues


El escritor brasileño Nelson Rodrigues estaba condenado a la Soledad. Tenía cara de sapo y lengua de serpiente, y a su prestigio de feo y fama de venenoso sumaba la notoriedad de su contagiosa mala suerte: la gente de su alrededor moría por bala, miseria o desdicha fatal.

Un día, Nelson conoció a Eleonora.

 Ese día, el día del descubrimiento, cuando por primera vez vio a esa mujer, una violenta alegría lo atropelló y lo dejó bobo. Entonces quiso decir alguna de sus frases brillantes, pero se le aflojaron las piernas y se le enredó la lengua y no pudo más que tartamudear ruiditos.

La bombardeó con flores. Le enviaba flores a su apartamento, en lo más alto de un alto edificio de Río de Janeiro. Cada día le enviaba un gran ramo de flores, flores siempre diferentes, sin repetir jamás los colores ni los aromas, y abajo esperaba: desde abajo veía el balcón de Eleonora y desde el balcón ella arrojaba las flores a la calle, cada día, y los automóviles las aplastaban.

Y así fue durante cincuenta días. Hasta que un día, un mediodía, las flores que Nelson envió no cayeron a la calle y no fueron pisoteadas por los automóviles.

Ese mediodía él subió hasta el piso último, tocó el timbre y la puerta se abrió.

EDUARDO  GALEANO.

De:" El libro de los abrazos."

No hay comentarios.:

Publicar un comentario