Chema jugaba con la pelota, la pelota jugaba con Chema, la pelota era un mundo de colores y el mundo volaba, libre y loco, flotaba en el aire, rebotaba donde quería, picaba para aquí, saltaba para allá, de brinco en brinco: llegó la madre y mandó a parar.
Maya López atrapó la pelota y la guardó bajo llave, dijo que Chema era un peligro para los muebles, para la casa, para el barrio y para la Ciudad de México y lo obligó a ponerse los zapatos, a sentarse como es debido y a hacer las tareas para la escuela.
-Las reglas son las reglas -dijo.
Chema alzó la cabeza:
-Yo también tengo mis reglas -dijo.
Y dijo que, en su opinión, una buena madre debía obedecer las reglas de su hijo:
- Que me dejes jugar todo lo que quiera,
que me dejes andar descalzo,
que no me mandes a la escuela ni a nada parecido,
que no me obligues a dormir temprano
y que cada día nos mudemos de casa.
Y mirando el techo, como quien no quiere la cosa, agregó:
-Y que seas mi novia."
EDUARDO GALEANO.
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